“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.
Dios me ha dado el enorme privilegio de haber servido en muchas áreas dentro de mi congregación; he estado en casi todas las áreas habidas y por haber, las cuales, en ocasiones, he liderado y en otras he tenido que ser liderado; pero en cada una de las áreas en donde he servido activamente, uno de los lemas que siempre he tenido presente es: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”.
Qué hermoso es darte cuenta de que en vez de servir a un hombre servimos a Dios, de que lo que tú realizas en tu congregación, no lo haces para satisfacer a un hombre sino a Dios, que tu objetivo numero uno en el servicio que prestas, es hacerlo de corazón como para el Señor.
Hay momentos del servicio en los que esta visión se puede perder, quizá porque tu servicio no está siendo valorado por los líderes o pastores de tu congregación o quizá porque tu objetivo está siendo agradar a la obra y no al Dios de la obra. Pueden haber muchas razones o motivos por los que este enfoque espiritual se puede perder.
Es innegable que, en diversos momentos, las decisiones o actitudes de nuestros lideres o pastores nos pueden haber llevado a pensar, en dejar a un lado aquel privilegio por el que tanto oramos y anhelamos durante mucho tiempo.
Como humanos que somos, muchas veces nos vamos a sentir tentados a abandonar aquel privilegio que nos hace tan felices, no porque queramos, sino porque nuestro corazón se puede sentir atravesado por palabras, acciones o situaciones que nuestro líder o pastor realizó, directa o indirectamente sobre nosotros.
En esos momentos en los que te ves dilucidando entre “seguir o no seguir”, es donde tienes que ir a la Palabra de Dios y leer, cuantas veces sea posible, estos versículos. Puede que entonces tu corazón humano no los quiera entender, quizá tu mente enojada no quiera permitir que haga efecto en tu vida, pero por más que tu mente o tu corazón dañado quiera evitar entender estas palabras, no puedes dejar a un lado que fueron inspiradas por Dios y que fueron escritas para momentos como estos, en los que te sientes confrontado a abandonar tu privilegio por culpa de un hombre.
Es ahí en donde Dios te dice, me dice a mi y a cualquiera: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”. Realmente, estas palabras hacen que un corazón que anhela agradar a Dios baje su temperatura y comience a pensar, prudentemente, que es ahí en donde reconocemos que no le servimos a un hombre, sino que le servimos a aquel que dio su vida por nosotros.
Amado hermano, posiblemente en los últimos días te has sentido confrontado a dejar tu privilegio, a lo mejor has rechazado algún servicio que te ofrecieron, quizá porque no estás de acuerdo con las personas que lideran ese ministerio, pero es ahí en donde tienes que recordar que no le sirves a un hombre, sino que le sirves a Dios.
Si cada uno de nosotros entendiera estas verdades, las iglesias estarían llenas de obreros, de siervos, que sin importar las actitudes de los líderes o pastores, estarían dispuestos a sudar la camiseta en pro de la obra de Dios.
Desecha de una vez todo pensamiento humano que te quiera llevar a renunciar a realizar la obra de Dios. Él te llamó, y pese a cualquier situación humana, es a Él a quien sirves; que eso te motive a seguir pese a cualquier cosa y que tu corazón esté saludable, reconociendo que tu servicio no es en vano, sino que el Señor te recompensará. ¿Sabes por qué?: como dice la ultima parte del versículo veinticuatro, “porque a Cristo el Señor servís”.
Tu servicio a Dios es más importante que cualquier actitud hostil.
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