Todo lo que le quedaba eran unos pocos euros que ni siquiera sumaban diez. Estaba frustrado al no poder hallar empleo y no había quien le ayudase.
Hizo una oración dedicando su dinero restante al Señor y decidió usarlo para comprar comida y después confiar en el Señor por una respuesta a su situación.
Compró comida, y al sentarse a comer, un anciano y dos niños se acercaron. El mayor de los dos niños era de unos 12 años, y el otro, una niñita que se veía tan hermosa como un ángel. El anciano le pidió comida ya que no habían comido en casi una semana.
El joven graduado miró a los muchachos, estaban tan delgados que podía ver sus huesos a través de su piel, y sus ojos estaban hundidos. Con un poco de compasión, les dio toda su comida. El anciano y los chicos oraron para que Dios bendijese y prosperase al joven graduado y, entonces, el anciano le dio una vieja moneda.
El joven graduado dijo: “Ud. necesita esta moneda más que yo, quédese con ella”. El anciano insistió en que el joven la colocase en su bolsillo, y finalmente lo hizo.
El anciano y los muchachos se sentaron a comer y, sin dinero, trabajo, ni comida, el joven graduado volvió a su lugar bajo el puente para recostarse. Cuando estaba a punto de dormirse, vio un viejo periódico en la tierra. Lo recogió y vio un anuncio invitando a la gente que tuviera monedas viejas, a venir con ellas a una tienda en particular. Decidió ir allí con la vieja y sucia moneda que el anciano le había dado.
Al llegar a la tienda, le dio al propietario la vieja moneda. El propietario gritó en voz alta de asombro, sacó un enorme libro y le mostró al joven graduado una fotografía. Esa moneda valía 90.000 euros. Era parte del tesoro de un buque español que nunca había sido hallado. El joven se regocijó cuando recibió un cheque certificado de parte del propietario por la suma completa. Inmediatamente lo cambió en el banco y fue en busca del anciano y los muchachos para agradecérselo.
Cuando llegó donde les había dejado comiendo, se habían ido. Preguntó por todos lados por las tres personas y halló a una dama que le dijo: “El anciano dijo que un joven como usted preguntaría por ellos y que cuando lo hiciera, debería darle esta nota”. Le entregó la nota al joven graduado, que procedió a abrirla rápidamente; esperaba que tuviese la dirección dónde encontrarles.
Pero no era una dirección y esto es lo que decía la nota: “Nos diste tu todo y te recompensamos con la moneda”, firmado: Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Esta historia, que dificultosamente puede ser verificada, no deja de darnos una profunda lección, en línea con lo que la palabra de Dios nos presenta. Recuerda a un pasaje en particular en el que el autor de la carta a los Hebreos, nos recuerda que algunos hospedaron ángeles sin saberlo, no porque quisieran acumular “puntos” con Dios, sino simplemente porque dieron de sí lo todo que podían dar.
¿Por qué no emular la historia de hoy, sino el espíritu de la revelación de Dios en su Palabra?
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