domingo, 17 de febrero de 2013

Salmo 31 (Biblia La Palabra) (España) - vídeo

En aquel tiempo no tenía, ni por asomo, el nivel de cristianismo que tengo ahora. Como un  bebé, mi fe daba pasitos muy pequeños. Como dice La Biblia, debía crecer y crecer comiendo alimentos sólidos en vez de líquidos para ser fuerte. Yo debía llegar paso a paso al nivel espiritual, al grado de implicación que, como cristiano, he llegado a alcanzar.
Aquel día me sentía especialmente pesaroso por un grave problema judicial que, aunque sabía de verdad que iba a salir bien, que iba a salir adelante, no dejaba de intranquilizarme, no dejaba de causarme un cierto desasosiego. Estaba verdaderamente apenado e intranquilo. Sabía que todo iba a ir bien, como así fue, pero me sentía nervioso.
Recuerdo que me llamó por teléfono el pastor de mi congregación, Lucas, y me dijo: Manolo, ya sé cómo te sientes y por eso te recomiendo que leas el Salmo 31, que ya verás como te sientes mejor. Así lo hice varias veces, y como aquellas noches no dormía nada bien, me levantaba de la cama y leía la Biblia, especialmente ese salmo que tan bien me hace, y, ¡claro!, enseguida me tranquilizaba y dormía plácidamente. Ese Salmo 31, en la Biblia La Palabra, dice así:

Mi destino está en tus manos

31 
Al maestro del coro. Salmo de David.

Señor, en ti confío,
que no quede jamás defraudado;
¡líbrame con tu fuerza salvadora!
Acerca hacia mí tu oído,
date prisa en socorrerme.
Sé para mí fortaleza protectora,
morada inaccesible que me salve,
pues tú eres mi bastión, mi baluarte;



honrando tu nombre, guíame y condúceme.
Libérame de la trampa que me tienden,
porque tú eres mi refugio.
A tus manos encomiendo mi vida;
tú, Señor, Dios fiel, me has rescatado.
Odio a quienes sirven a ídolos falsos,
en Dios pongo mi confianza.
Por tu amor me alegro y me regocijo,
porque tú has mirado mis pesares,
tú conoces mis angustias.
No me entregaste al enemigo,
me mantuviste en lugar seguro.
10 
Apiádate de mí, Señor,
que soy presa de la angustia;
se consumen de pena mis ojos,
todo mi ser y mis entrañas.
11 
Se agota mi vida en el dolor,
en gemidos mi existencia,
se debilita mi fuerza por mi maldad
y mis huesos se consumen.
12 
Soy la burla de mis adversarios
y, aún más, la de mis vecinos,
el horror de los que me conocen;
quien me ve por la calle, huye de mí.
13 
He sido olvidado como un muerto,
soy como un cacharro roto.
14 
Puedo oír a muchos difamando,
hay terror por todas partes;
contra mí conspiran juntos,
traman arrebatarme la vida.
15 
Pero yo, Señor, en ti confío,
yo he dicho: “Tú, Señor, eres mi Dios”.
16 
Mi destino está en tus manos,
líbrame de mis rivales y de quienes me persiguen.
17 
Muéstrate favorable con tu siervo,
por tu amor ponme a salvo.
18 
Señor, a ti te invoco,
que no quede defraudado;
queden así los malvados,
que en el abismo sucumban.
19 
Enmudezcan los labios mentirosos
que se insolentan contra el justo
llenos de orgullo y desprecio.
20 
¡Qué inmensa es la bondad
que reservas a quien te venera!
La ofreces a quienes en ti confían,
y todo el mundo es testigo.
21 
Tu rostro los ampara y protege
de las conjuras humanas;
los resguardas en tu Tienda
de las lenguas pendencieras.
22 
¡Bendito sea el Señor
que me demostró su amor
en momentos de angustia!
23 
Yo, azorado, llegué a pensar:
“Me has apartado de tu presencia”.
Pero tú oías mi voz suplicante
mientras a ti clamaba.
24 
¡Amad al Señor todos sus fieles!
El Señor cuida a quienes son leales
y a los arrogantes castiga con creces.
25 
¡Manteneos firmes, seguid con ánimo
cuantos en el Señor tenéis esperanza!

Cuando acabé de leerlo me sentía como un ave volando libre, tal parecía que hubiera ganado un gran premio de coches o algo similar. Se me había olvidado por completo el problema judicial que me acuciaba. Di las gracias a Lucas y, lo más importante, di las gracias a Dios, porque de verdad me sentí acompañado y sin temor alguno. Hoy, que mi fe en Él es inquebrantable, quiero darle siempre, constante y continuamente gracias porque a su lado me siento totalmente seguro y confortado.
M.G.L. 


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