jueves, 17 de enero de 2013

Lo que al Señor le importa en realidad - Devocional - vídeo


Vivimos en medio de una sociedad exigente en la que el hombre, día a día, se ve obligado a esforzarse, para ser parte del círculo vicioso que se ha adoptado como ideología, con el fin de encontrar lo que se ha denominado autorrealización personal. En realidad es una autorrealización que está condicionada por lo que otros viven, hacen y tienen; es irónico, el ser humano busca originalidad cuando a la hora de la verdad resulta ser una fiel copia de lo que el mundo de la tecnología, la moda, el consumismo y la cultura en general, han instaurado como regla general para manipular y dominar la mente de los que se logran convencer de esta teoría.
Otros, en cambio, se creen originales porque supuestamente tienen a Dios en sus vidas, porque se congregan disciplinadamente en una iglesia ciertos días de la semana, porque oran todos los días, porque leen la biblia y hasta se la saben de memoria.
Otros toman la decisión de creer sólo en ellos y en lo que puedan hacer según sus propias capacidades; su originalidad es actuar y ser congruentes con sus propias convicciones, que al final no son tan propias porque de alguna parte tuvieron que salir; dichas convicciones son el resultado de algo o alguien que las inició. ¿Dónde está entonces la originalidad?

¡Hay tantos estilos de vida creados por el mismo hombre! La multiplicidad cada vez toma mayor fuerza en nuestro medio, y lo triste de todo esto es que son estilos de vida fundamentados siempre en el tener, en el saber y en el hacer, pero, ¿dónde queda el Ser? Dios nos creó como seres tripartitos, con un cuerpo, un alma y un espíritu; y por lo visto, en la actualidad estamos enfocados solamente en alimentar el cuerpo y el alma; pero el espíritu, que es el que nos da la identidad de quiénes somos en realidad, lo dejamos a un lado.
No es que todo esto que sea malo. Saber y tener, claro que no. A Dios le interesa vernos satisfechos en todos los aspectos de nuestra vida; pero a Él lo que le importa en realidad es que andemos en amor, y para que andemos en amor, obviamente, es necesario buscarlo, congregarnos, orar, leer la biblia, etc., pero además de esto, es necesario, también, que vivamos por y para el Espíritu, para que de Él puedan salir todos los buenos frutos que necesitamos para vivir en amor.
Cuántas personas, aún conociendo de Dios, tienen su corazón lleno de amargura y de falta de perdón; cuántas personas, aún conociendo de Dios, siguen inmersas en el pecado; cuántas personas, aún conociendo de Dios, guardan rencor, celos y envidia en su corazón. ¿Dónde está la originalidad, ¿dónde está la diferencia? Si esta es la manera en que nos relacionamos con Dios, no hay nada de diferente a lo que diariamente el mundo nos ofrece.
De nada nos sirve conocer al Señor si no le amamos, y si en realidad le amamos, con toda certeza nos vamos a amar a nosotros mismos y vamos a amar a los demás, vamos a vivir en amor.
“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Mateo 22:37-39 (Reina Valera 1995).
A Dios no le interesa cuánto sabemos de Él, cuántas veces vamos a la iglesia, cuántas veces oramos, cuántas veces leemos la biblia; a Él le interesa lo que hay en nuestro corazón y lo triste de la sociedad en la que actualmente nos desenvolvemos, es que son muy pocas las personas que le tienen en su corazón. Y Dios está esperando que los que alardeamos de tenerle en nuestras vidas y de saber de Él, hagamos algo para que aquellos que aún no le tienen le puedan conocer, amar y disfrutar. El amor de Dios en nuestra vida se manifiesta en el deseo de alcanzar a otros para Él, se manifiesta en el anhelo de que otros, que están tan necesitados de su amor, puedan experimentar lo maravilloso que es sentirse amado por Él.
Mira a tu alrededor. Cerca de ti puede haber alguien que está esperando a que le hables del Señor; quizá alguien que está cerca de ti está pensando que su vida no tiene sentido; quizá cerca de ti hay alguien que se siente solo, triste y desilusionado; ¿qué esperas? Tú tienes amor en tu corazón y no es un amor cualquiera, es el amor de Dios. Y Él quiere que lo compartas con aquellos que lo necesitan.

¡LO QUE AL SEÑOR LE IMPORTA EN REALIDAD ES QUE VIVAMOS EN AMOR!



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