He conocido gente así. Siempre buscando la complicación a todas las cosas. Toda la vida estudiando, haciendo planes. Excelsos estudiantes en las escuelas, academias, universidades, pero pésimos actores en el escenario de la vida.
No puedo por menos que sentirme identificado con éste último grupo. Cuando acabó este último año pasado, me pregunté: “¿Qué pasó con mis sueños?”. Uno de los síntomas de la depresión, no el único ni lo que define este estado, claro está, es no tener deseos por nada, ni proyectos de vida; haber renunciado a los sueños.
Como un barco a la deriva en alta mar que busca con desesperación el norte, hoy miro hacia la cruz, donde, con los brazos abiertos, Jesús al amó al mundo, derrotó a la muerte y obtuvo la victoria sobre las tinieblas.
Alguien dijo: “quien ama, sufre; quien sufre lucha; quien lucha vence” ¡y cuánta razón tiene! Hoy con la espada de la fe, corro en pro de reconquistar mis sueños, asumo mis dudas y temores y hago a mi Señor, Señor de mis derrotas para que en sus manos rotas vengan a ser victorias.
Hoy dejo de planear. ¡Quiero volar alto!
Mira que te mando que te esfuerces, y seas valiente; no temas ni desmayes, porque [yo] el SEÑOR tu Dios [soy] contigo en donde quiera que fueres.
(Josué 1:9 RV2000)
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