Alexander sufrió en su propia carne el desprecio de sus amigos, las burlas diarias de sus compañeros de estudio. No era popular y si por algún casual lograba algún puesto notorio, era por las burlas que todo el mundo hacia de él.
Sin embargo Alexander se refugiaba en Dios, pues había encontrado en Dios lo que necesitaba, leía su Palabra durante largas horas, se deleitaba leyendo y meditando su Palabra; quizá la hermosura no era una cualidad de Alexander, sin embargo Dios estaba a punto de hacer cosas maravillosas en su vida.
A pesar que intentaba no sentirse mal por los desprecios y burlas de los demás, siempre, de una u otra forma, se sentía afectado. Sin embargo, luchó todo su tiempo de estudio con ello y logró graduarse como arquitecto. Tres años después se graduó en un Instituto Bíblico y decidió dedicar su vida a las Misiones.
Aquel joven con baja autoestima, sin tanta belleza física y callado, se había convertido en un hombre adulto y en un Misionero respetado y admirado en países de África y Asia, pues al mismo tiempo que construía viviendas para personas necesitadas, llevaba mensajes de salvación a las personas. Alexander había encontrado en la cultura africana y asiática lo que no encontró en nuestra cultura: respeto y admiración, no basadas en su apariencia física, sino más bien en sus cualidades como ser humano.
Vivimos en una cultura que presta atención a las cualidades de las personas basadas en su apariencia; a veces despreciamos a la gente por cómo luce, cómo habla o cómo se viste, sin darnos cuenta de lo maravillosos que pueden ser como personas, como hijos de Dios, como siervos del Señor.
Dios, a diferencia de nosotros, no ve las apariencias de las personas, ni los usa por lo bellos o no que aparenten, ni por lo jovenes o viejos que sean; la Biblia dice que Dios ve el corazón: “No juzgues por su apariencia o por su estatura, porque yo lo he rechazado. El SEÑOR no ve las cosas de la manera en que tú las ves. La gente juzga por las apariencias, pero el SEÑOR mira el corazón”. 1 Samuel 16:7 (Nueva Traducción Viviente).
La gente de nuestra cultura juzga mucho en base a la apariencia o edad, pero es hermoso saber que Dios puede usar a una persona no importando su apariencia física o su edad. Cuando Dios decide usar a una persona lo hace y aquellos que, en su momento, fueron despreciados, pronto pueden llegar a ser admirados por lo que Dios está haciendo en sus vidas.
No desprecies a las personas según su apariencia o su edad; no menosprecies la falta de belleza de las personas porque no sabes qué diamante en bruto puede haber detrás de lo que estás menospreciando, amemos a todos por igual, respetemos a todos no por cómo parezcan, sino por lo que son realmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario