martes, 9 de octubre de 2012

La Empresa más Importante

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.”
1 Pedro 4:10
Desde que somos pequeños y vamos a la escuela comenzamos a imaginar lo que nos gustaría ser de mayores. Todos tenemos sueños e ideas acerca de lo que nos gustaría llegar a ser y algunos tienen los medios y las oportunidades para lograrlos sin mayor esfuerzo, mientras que otros, quizás tienen que luchar toda su vida por alcanzar estos sueños y llegar a ser lo que soñaron y que les gusta. Unos los alcanzan de jóvenes y otros no tanto y, finalmente, hay quienes se desvían y se enredan en los caminos de la vida sin llegar nunca a donde querían llegar, y uno de los sueños más comunes de la gente es llegar a ser independientes, tener su propio negocio o empresa, dedicar su tiempo a lo que les gusta, como un arte o una profesión, y en general sentirse exitosos y felices con su vida sean cuales sean sus ideas acerca de la felicidad.
Lamentablemente existen muchas personas que se sienten fracasadas, frustradas e infelices, debido a que sus sueños se vuelven tan inalcanzables como las estrellas. Entonces se conforman o más exactamente se resignan a lo que les tocó vivir y claudican, renuncian y se dan por vencidos, aceptan la derrota y dejan de luchar; pero en la otra cara de la moneda tenemos  a los otros que  logran todo lo contrario, consiguen lo que quieren, parecen felices, parece que la vida les sonríe, pero sólo Dios sabe y conoce los problemas que tienen, sea de salud, en la familia, por drogas o dependencias, por deudas, su dinero está mal conseguido o sus ganancias son de origen injustificado o simplemente por una mala jugada pierden todo, quiebran y terminan suicidándose o en la cárcel, como ha sucedido en muchos casos según las lecciones que esta crisis mundial, que empezó en el 2007 y que aún no se termina del todo, nos dejó.
Basándonos en lo anterior y considerando que no todos nacimos para ser jefes, mandar o ser empresarios, creo que es un buen momento histórico en la vida de cada creyente para reconsiderar darle un nuevo enfoque a su vida y permitirle al Señor enderezar nuestro camino; lo importante no es tener una empresa sino darle el lugar que le corresponde, y si la tenemos, poniendo primero a Dios en nuestra vida; y entendiendo que las empresas tienen un tiempo de vida, un inicio y un final, pero lo verdaderamente importante es nuestra vida; esa es la empresa más importante y por tanto tenemos que invertir en nuestra propia vida y ¿qué mejor para ello que tener como socio a nuestro Salvador, Jesucristo?
Trabaja sobre ti mismo, sobre tu crecimiento interior y pon a trabajar el don o los dones que Dios te ha dado, porque Dios a todos nos ha dado dones y una vez que se haya establecido o reestablecido una buena relación con Dios y nuestros dones puestos a Su servicio, entonces todo lo demás comenzará a  acomodarse; porque Sí, es cierto: cuando nos ocupamos de los asuntos de Dios, Dios se ocupa de los nuestros.
¿Por qué fracasan las empresas? Es interesante compartirlo con vosotros porque ciertamente la Palabra de Dios se aplica a todos los aspectos y áreas de nuestra vida, sea familia, relaciones, trabajo, empresa, negocio, amor, estudio, etc.
Debido a la crisis económica mundial que se ha sentido principalmente en Los Estados Unidos y en países de Latinoamérica y Europa, con un alto índice de desempleo, refinanciamientos, pérdidas y quiebra de empresas y empresarios, y donde hemos visto cómo todo el sistema económico se vino abajo como fichas de dominó afectando a miles de familias, podemos llegar a las siguientes  conclusiones:
  • Porque todo, absolutamente todo, se mueve bajo la voluntad de Dios; como decía Jesús: “ni la hoja de un árbol puede caer, si no es la voluntad de Dios.”  Pero el mundo construyó una civilización y un sistema en el que poco a poco se ha ido sacando a Dios, se ha ido desvinculándolo de nuestra vida, de la educación, de la política, de las finanzas, de las relaciones y hasta de la familia, y necesitamos volver al inicio, como el primer mandamiento: Amar a Dios con toda nuestra mente y nuestro corazón y al prójimo como a nosotros mismos; necesitamos invitar a Dios a andar con nosotros, a ser parte primordial de nuestras decisiones, contar con Él, consultar con Él, adorarle, darle el lugar que le corresponde, honrarle como lo que es: Rey de Reyes y Señor de Señores y esto sólo lo podemos lograr si no olvidamos quienes somos, de donde nos sacó y a donde iremos durante toda la eternidad.
  • Todo será probado por el fuego y el mundo no pasó la prueba pues había construido sobre paja y no sobre roca, vinieron los malos tiempos y el viento inesperado, y nadie estaba preparado para ello y dependíamos de terceros y no de Dios.
  • Pusimos nuestra confianza en el dinero, en el sistema, en las empresas y los empresarios y no en Dios, y el dinero no es más que papel representativo de valor. Pero si tuviéramos hambre y no pudiéramos comprar alimento con él, de nada serviría. El dinero es necesario pero no lo es todo, ni siquiera el oro, el metal más valioso y que sustenta la emisión del dinero no sirve de nada a la hora de la verdad.
  • La bendición de Dios es la que enriquece y no trae maldición (problemas) con ella; en vano trabajamos si lo que trabajamos no tiene la bendición de Dios; es mejor tener poco pero ser bendecidos, que mucho y vivir bajo maldición.
  • Finalmente, Dios es nuestro dueño, porque nos compró a un alto precio, somos muy valiosos y queridos por Él, como la niña de sus ojos. Nos lo ha dicho y nos lo ha demostrado: que nos ama, que es nuestro proveedor, sanador y salvador. ¿Por qué no creer y honrar sus promesas creyendo que Él es fiel y justo para darnos una vida con propósito y en bendición?
El siguiente es un profundo y poderoso versículo de Su Palabra que ilustra lo vano que pueden llegar a ser nuestros sueños y también nuestra vida si no coinciden con los sueños del Señor. Sólo recuerda:

LA VIDA ES LA EMPRESA MÁS IMPORTANTE

FÍJATE EN QUÉ INVIERTES TU VIDA, NO SEA QUE CONSTRUYAS SOBRE ARENA.

“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.”

1 Corintios 3:11-15 (Reina-Valera 1960)



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