Yo caminaba despistadamente por la isla que se forma en medio de los ríos gemelos de “El Cuale”. Los puentes colgantes siguen siendo algo maravilloso y objeto de admiración para los curiosos turistas. Esa tarde disfrutaba de la caminata al aire libre por las áreas verdes del que se convirtió en un hermoso parque.
No quise dejar de lado mi espíritu aventurero y me lancé a cruzar el rústico puente colgante. Daba un paso y se movía el resto de hilos y tablas, otro paso y se balanceaba aún mas.
Me parecía a un borracho dando tumbos de lado a lado de las cuerdas, apenas sin sostenerme en pié. Entonces, justo al llegar a la mitad del puente, éste se emezó a estremecer aún más obligándome a permanecer asida a las cuerdas; con las manos extendidas subía y bajaba como una marioneta.
La razón era una pesada señora que avanzaba furiosa sobre el puente dando tremendas zancadas que provocaban que éste se meciera aún con más fuerza.
Llegó a escasos centímetros de donde yo me encontraba agarrada hasta con los dientes, se detuvo y volvió de regreso hacia la orilla del puente. Y ahí estoy yo, subiendo y bajando asida a las cuerdas y mirando hacia abajo a las cristalinas aguas del río que parecían burlarse de mi falta de pericia.
Abrazado al poste del arco del puente se encontraba un chiquito de escasos cinco años llorando. No se atrevía a cruzar el puente colgante que se agitaba con furia.
La que al parecer era la madre, manteniendo el equilibrio como experta “cruza puentes colgantes”, se acercó al niño y abriendo sus "fauces" empezó a vociferarle (imagínese que usted es el niño de cinco años, pequeña estatura, temblando de miedo abrazado al poste, mirando con terror no sólo al puente burlón que se agitaba como culebra en el fuego, sino a la “gigantesca” madre cuya boca parecía la de un hipopótamo). Casi pude ver a la madre como le bailaba la campanilla mientras le salpicaba de saliva conforme salían una sarta de palabras que no comprendía -¡!!hijo de %$·”%&…. ¡!!camina!! "Fueron las dulces y tiernas palabras de aliento de la madre a su pequeño hijo".
La falta de dominio propio ciega, no permite razonar y lastima como saeta a quien se cruza en el camino.
Ninguna palabra torpe salga de tu boca, sino de edificación. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y malicia. Sed benignos, misericordiosos. Perdonaos unos a otros como Dios os perdonó a vosotros. Efesios 4.29
Patricia Villanueva
“VIDA DE ÉXITO EN SU PALABRA “
“VIDA DE ÉXITO EN SU PALABRA “
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