Es el mes de las flores lo que encontramos en este capítulo de Cantares, las lluvias de abril han hecho su trabajo y toda la tierra está llena de belleza y color. Mi alma se puso su vestido de fiesta, las guirnaldas celestiales se han reunido, el perfume de las flores ya se huele y el ambiente está preparado para disfrutar de la presencia del amado.
Sí, el amado de Cantares es la figura que ilustra el amado de los siglos, Aquel a quien mi alma ama y Aquel que me ha amado. El ambiente de hoy se ha preparado para disfrutar de esa gloriosa presencia. El aroma de las especies y las flores anuncia la llegada hermosa del Rey de Reyes a mi vida hoy. Quiero permanecer en ese aroma y disfrutar de su olor, que es olor de vida y de eternidad.
“Sus mejillas son como eras de especies” dice el Libro de Cantares. Sí, esas mejillas, una vez aplastadas, esculpidas y heridas son hoy una mejilla llena del suave olor del perdón. Tú no ocultas tu cara de mí sino que me muestras tus mejillas, y cuando las veo sé que fue mi pecado el que arrojó rasgaduras sobre tus mejillas, pero hoy ante tu presencia el suave aroma del perdón sale desde tus mejillas.
Hoy, al oler el aroma de tu perdón mi corazón se eleva ante ti en agradecimiento. Esas mejillas fueron surcadas por el arado de la congoja y rayadas por líneas rojas de sangre que corrían desde tu corona de espinas. Hoy esas marcas despiden el suave aroma de la comprensión. Si no puedo ver la totalidad de tu cara, por lo menos tus mejillas me dan una imagen pequeña que refresca mi herido corazón, refrescando mi sentido espiritual y rindiendo variedad de delicias.
Sí el Señor está conmigo la rosa y la azucena de mi corazón expiden su aroma de adoración. Cuando Él está conmigo en Mayo siento como mi alma sale por los campos llenos en flor en busca de más y más de su amor. Si Él está conmigo una esplendorosa mañana llena de rocío de gracia, el trinar de los pájaros son cantos llenos de promesas. Si Él esta conmigo sé que soy un pobre e inservible pecador al que Él ha dejado besar sus mejillas.
Señor, gracias por permitirme ser parte de tu pueblo. Cuando era un pecador sin esperanza llegaste en mi búsqueda y me hallaste. Hoy, puedo disfrutar de tu presencia y percibir el suave aroma de las especies aromáticas y las flores de tu presencia.
Que hoy puedas percibir la fragancia de su presencia.
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