El éxito no está en lo económico. Una persona no es exitosa porque le vaya bien en los negocios o le vaya bien profesionalmente o haya sacado 10 en la escuela. Creo que eso es lo que menos vale. Lo que vale es tener los pies en la tierra, la familia - el concepto de familia-, los amigos. Apreciar las cosas que tienen valor verdadero, no material, no físico necesariamente.
El éxito no tiene que ver con lo que mucha gente se imagina. No se debe a los títulos nobles y académicos que tienes, ni a la sangre heredada o la escuela donde estudiaste. No se debe a las dimensiones de tu casa o de cuantos coches quepan en tu garaje. No se trata de si eres jefe o subordinado; o si eres miembro prominente de clubes sociales.
No tiene que ver con el poder que ejerces o si eres un buen administrador o hablas bonito, si las luces te siguen cuando lo haces. No es la tecnología que empleas. No se debe a la ropa que usas, ni a los grabados que mandas bordar en tu ropa, o si después de tu nombre pones las siglas deslumbrantes que definen tu estatus social.
No se trata de si eres emprendedor, hablas varios idiomas, si eres atractivo, joven o viejo.
El éxito... se debe a cuánta gente te sonríe, a cuánta gente amas y cuántos admiran tu sinceridad y la sencillez de tu espíritu.
Se trata de si te recuerdan cuando te vas. Se refiere a cuánta gente ayudas, a cuánta evitas dañar y si guardas o no rencor en tu corazón. Se trata de que en tus triunfos estén incluidos tus sueños. De si tus logros no hieren a tus semejantes. Es acerca de tu inclusión con otros, no de tu control sobre los demás.
Y el éxito sólo lo alcanzas cuando estás con Dios.
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