- Dios es bueno, Dios es grande. Te doy gracias por los alimentos que vamos a comer y te agradecería aún más si hay helado como postre. Y que haya libertad y justicia para todos. Amén.
Junto con algunas risas que provenían de las mesas de al lado, escuché a una mujer decir:
- Esto es lo malo de este país. Los niños de hoy ni siquiera saben cómo orar. Preguntarle a Dios por un helado... ¡Qué tontería!.
Al escuchar tan duro comentario, mi hijo rompió a llorar y me preguntó si había hecho algo malo y si Dios estaría molesto con él. Le abracé y sequé sus lágrimas diciéndole que había hecho un magnífico trabajo y que Dios de ninguna manera estaría molesto con él.
Tan pronto acabé de decir estas palabras, un anciano se aproximó a nuestra mesa. Le hizo un pequeño guiño a mi hijo, se agachó a su costado y le dijo:
Tan pronto acabé de decir estas palabras, un anciano se aproximó a nuestra mesa. Le hizo un pequeño guiño a mi hijo, se agachó a su costado y le dijo:
- Estoy seguro que Dios pensó que fue muy buena tu oración.
-¿De verdad? - respondió mi hijo.
- Totalmente seguro. Luego en susurros le dijo: “Es lamentable que ella, señalando a la mujer con el dedo, nunca le pida a Dios por un helado. A veces, un poco de helado es bueno para las almas”.
Naturalmente compré helado para mi hijo, de postre. Después de terminar su helado mi hijo se quedó un poco pensativo e hizo algo que nunca olvidaré durante el resto de mi vida.
Puso un poco de helado en uno de los platos que había sobre la mesa y sin pronunciar ni una sola palabra caminó por el restaurante y se paró frente a la señora.
Con una gran sonrisa le dijo:
-Esto es para usted. A veces el helado es bueno para las almas y la mía ya tuvo suficiente.
Mateo 19:14 Y Jesús dijo: Dejad a los niños, y no les impidáis venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos.
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