No seremos avergonzados de nuestra fe. Los escépticos pueden combatir las Escrituras sobre las cuales basamos nuestras creencias, pero el Señor demostrará de un modo cada vez más evidente que en este libro no hay error, ni exageración, ni omisión.
Ninguna deshonra hay en ser un creyente sencillo; la fe que mira únicamente a Jesús es una corona de honor sobre nuestra cabeza y que vale más que todas las condecoraciones que llevemos sobre nuestro pecho. No seremos avergonzados de nuestra esperanza. Ésta se cumplirá conforme a la promesa del Señor.
Seremos alimentados, guiados, bendecidos, y fortificados. Nuestro Señor vendrá y cesarán los días de nuestro luto. ¡Cuánta será nuestra gloria en el Señor que nos ha dado una esperanza viva y que después nos ha puesto en posesión de lo que esperábamos!. No seremos avergonzados de su amor.
Jesús es el ser más digno de nuestro afecto y jamás nos avergonzaremos de haberle entregado nuestro corazón.
La visión gloriosa de nuestro Bien Amado justificará nuestra entusiasta adhesión a su persona. Nadie censurará a los mártires por haber muerto por su causa. Mientras los enemigos de Cristo se verán cubiertos de vergüenza eterna, los que aman a Jesús serán honrados por todos los santos porque prefirieron seguir las enseñanzas del vituperado Cristo antes que los tesoros de Egipto.
La visión gloriosa de nuestro Bien Amado justificará nuestra entusiasta adhesión a su persona. Nadie censurará a los mártires por haber muerto por su causa. Mientras los enemigos de Cristo se verán cubiertos de vergüenza eterna, los que aman a Jesús serán honrados por todos los santos porque prefirieron seguir las enseñanzas del vituperado Cristo antes que los tesoros de Egipto.
Es por eso que no importa lo que esta sociedad haga o el enemigo intente ya que no seré avergonzado.
Señor, Gracias por levantar mi rostro resplandeciente por tu gloria y justicia. A pesar de las circunstancias, hoy sé que no seré avergonzado. Amén.
“Mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte” Filipenses 1:20.
Hoy por la mañana estuve meditando en este pasaje y dije dentro de mí: el anhelo de Pablo es también el mío, porque hoy no quiero ser avergonzado en nada. Sé que la vida trae para mí oportunidades que parecen buenas, agradables, prósperas y hasta fáciles pero que a la postre pueden avergonzarme y hoy no quiero tomar ese camino.
Sé que me sentiré hoy avergonzado si no cedo al Señor toda mi vida. Si reservo para mí una partecita de mi vida o una parte de mi corazón, entonces llegará el momento en que me sentiré avergonzado. Hoy mi propósito final es que todo mi ser sea para su mayor exaltación y lo mejor de mí para su gloria.
¿Cómo puedo yo alcanzar en este día el nivel de entrega total al Señor? ¿Tengo que esperar que algo sobrenatural suceda? ¿ Necesito hacer largas oraciones o promesas cotidianas? ¿Acaso es un asunto de ser hoy más religioso que el resto del año o quizá de mi vida? No, esto sólo lo alcanzaré cuando yo entienda que esto es un asunto de voluntad, no es un asunto de religiosidad, pensamiento nuevo y penitencias.
Necesito entregar mi voluntad al Señor y emprender el camino firme de entrega a Él, recordando que Él, primero, se entregó por mí y ahora espera que yo me entregue a Él. Es una entrega total, absoluta e irrevocable de mi voluntad. Cuando yo entrego mi voluntad a Él ya no queda nada para mí y todo le pertenece a Él.
Sé que mis peores enemigos en esto de entregar mi voluntad es mi egoísmo, mi autocomplacencia y mi terquedad. Sé que muchas veces he discutido con el Señor cuando Él me pide una entrega completa, y en mis discusiones con Él me visto de religiosidad, de buena voluntad, y de comprensión hacia otros en mi necedad de entregarle mi voluntad. Este día ya no voy a luchar más; en este día voy a tomar la determinación de entregarle mi voluntad y así toda mi vida le pertenecerá y viviré para Él y entonces podré decir como el apóstol Pablo: en nada seré avergonzado.
Señor, Gracias por darme esta hermosa oportunidad de caminar en tu voluntad y en tu presencia. Gracias porque sólo Tú eres bueno. Gracias por darme la oportunidad en este día de entregarte mi voluntad y ser tuyo en el 100 % de mi vida y así en nada seré avergonzado. Amén.
Señor, Gracias por levantar mi rostro resplandeciente por tu gloria y justicia. A pesar de las circunstancias, hoy sé que no seré avergonzado. Amén.
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