«Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, Él les dará también una salida».
1 Corintios 10′ 13, NVI
«Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto y le dijo: “Todo esto te daré, si postrado me adoras”» (Mateo 4: 8, 9).
Este fue el esfuerzo culminante de Satanás. En él desplegó todo su poder de persuasión, pero engañador. Desplegó todo su poder de convencimiento sobre Cristo, tentándolo a someter Su voluntad a la suya. Pero Cristo, en su debilidad, se aferró a Dios. La divinidad resplandeció a través de la humanidad. Cristo permaneció como el Comandante del cielo y sus palabras fueron las de uno que tenía toda la autoridad: «Vete, Satanás, porque escrito está: al Señor tu Dios adorarás, y solo a él servirás» (Mateo 4: 10).
Satanás había puesto en duda que Jesús fuera el Hijo de Dios. Pero en las palabras de reprensión de Cristo encontró una evidencia que no pudo contradecir. La divinidad fulguró a través de la humanidad doliente, y Satanás no tuvo poder para resistir la orden. Retorciéndose de humillación e ira, se vio obligado a retirarse de la presencia del Redentor del mundo. La victoria de Cristo fue tan completa como lo había sido el fracaso de Adán.