Una de las lecciones más importantes que podemos aprender es cómo escuchar a Dios. En nuestras vidas, complicadas y ajetreadas, nada es más urgente, nada es más necesario y nada es más satisfactorio que oír lo que Dios quiere decirnos y obedecerlo.
Por supuesto, una conversación de verdad implica tanto hablar como escuchar, y a la mayoría de nosotros nos va mejor con la primera parte.
En mi caso personal, llegué a un punto en que estuve tan ocupado haciendo la obra del Señor que me quedaba muy poco tiempo para cualquier otra cosa. Predicaba seis veces a la semana, grababa dos programas de televisión y pastoreaba una iglesia grande. También desarrollábamos el lanzamiento de la emisión de programas de alcance internacional. Pasaba mucho tiempo hablándole a Dios, pero un día me di cuenta que no pasaba la misma cantidad de tiempo escuchando lo que Él me decía. Supe que algo tenía que cambiar. Si no aprendemos a escuchar al Señor, vamos a cometer errores que nos van a salir muy caro.
Por supuesto, una conversación de verdad implica tanto hablar como escuchar, y a la mayoría de nosotros nos va mejor con la primera parte.
En mi caso personal, llegué a un punto en que estuve tan ocupado haciendo la obra del Señor que me quedaba muy poco tiempo para cualquier otra cosa. Predicaba seis veces a la semana, grababa dos programas de televisión y pastoreaba una iglesia grande. También desarrollábamos el lanzamiento de la emisión de programas de alcance internacional. Pasaba mucho tiempo hablándole a Dios, pero un día me di cuenta que no pasaba la misma cantidad de tiempo escuchando lo que Él me decía. Supe que algo tenía que cambiar. Si no aprendemos a escuchar al Señor, vamos a cometer errores que nos van a salir muy caro.
Y me asaltó la pregunta: «¿Acaso el Señor realmente nos habla en la actualidad?» La Biblia nos asegura que así es. El libro de Hebreos empieza con estas palabras: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo» (Hebreos 1.1, 2). Dios no está callado. Nuestro Padre celestial está vivo y se mantiene activo. Él nos habla individualmente y de una manera en que podemos escucharlo, recibir su mensaje y obedecerlo. Él es infinito y plenamente capaz de comunicarse con cada uno de nosotros, justamente donde estamos, en medio de nuestras circunstancias, y de una manera muy personal.
Este es uno de los conceptos más importantes que usted debe entender para aprender a escuchar a Dios. Cuando el Señor habla, le está hablando a usted. La Palabra de Dios contiene su verdad; por lo tanto, recíbala como algo personal. Permita al Espíritu Santo abrir y entrar a su corazón para que usted tenga un entendimiento más profundo de las Escrituras. Así podrá reclamar las promesas de Dios para su vida y también entenderá a un nivel más profundo, su provisión, su cuidado y su amor.
Dios es serio en cuanto a su relación con usted. Él habla para su beneficio y es importante que usted lo escuche y responda con obediencia. A veces va a instarle a cambiar su manera de pensar o liberarse de ciertos sentimientos malsanos y opiniones erróneas. En otros casos le mandará cambiar aspectos de su conducta. Y usted puede tener la plena certeza de que cada instrucción que le dé es por su bien. Él desea animarlo y madurarlo para que pueda vivir con mayor gozo y vitalidad. También quiere transformarlo a la semejanza de su Hijo Jesucristo, así como ayudarlo a convertirse en lo mejor que usted pueda llegar a ser.
Aprender a escuchar a Dios mediante la lectura de su Palabra es lo más importante que usted puede hacer, porque no existe ningún otro método para disfrutar la vida abundante y maravillosa que Él ofrece. En consecuencia, preste mucha atención a lo que Él le quiere decir, y Él ciertamente cumplirá su promesa: «te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces» (Jeremías 33.3).
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