viernes, 7 de abril de 2017

Nuestra fe y la voluntad de Dios

“No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová. El caballo se apareja para el día de la batalla; mas Jehová es el que da la victoria” (Proverbios 21:30, 31).

Resultado de imagen de Nuestra fe y la voluntad de Dios¿Nuestra fe es lo que hace que las cosas ocurran, o es la voluntad de Dios el factor determinante? ¿Si yo tengo fe, voy a recibir lo que pido, o si es la voluntad de Dios se hará? ¿Dónde encaja mi fe?
“Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Tener fe es mi responsabilidad, mi decisión. Mi fe me conecta con la voluntad de Dios. Ambas cosas son necesarias, cada una en su lugar. Tengo fe, y se hará la voluntad de Dios: “No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová” (Proverbios 21:30). No hay nada que pueda prevalecer contra ella, pero tengo que poner mi parte: “El caballo se apareja para el día de la batalla; mas Jehová es el que da la victoria”(Proverbios 21:31). Como el caballo, me preparo para el día de la batalla contra el enemigo. Creo. Aunque pequeña, yo me conecto con Dios Omnipotente y participo en el cumplimiento de su voluntad.


En estos dos versículos tenemos a Satanás, al hombre, y al Señor, cada uno actuando, y lo que nos explica es que, por mucho que Satanás intente estorbar la obra de Dios con su sabiduría, inteligencia y consejo diabólico, no lo logrará. Yo no valgo nada ni soy nadie para luchar contra Satanás, pero como parte del ejército de Dios, colaboro con Él en la lucha contra el enemigo. Participo en la batalla, pero el que consigue la victoria es Dios. Dios siempre gana en la lucha contra su enemigo, aunque durante un tiempo pueda parecer al contrario. En las batallas antiguas muchos caballos murieron aunque su lado ganase. Pase lo que pase conmigo, Dios siempre gana, y yo estoy de su parte. Dios nos dará la victoria. En cosas concretas, en las decisiones que tenemos que tomar, en cómo organizamos nuestro ministerio, en si fulano se sana o no, pido que Dios me muestre su voluntad. Creo entonces lo que me revela y colaboro. Mi fe no determina la voluntad Dios, solo me permite participar en ella. El caballo se prepara para el día de la batalla, pero la victoria la da Dios. La victoria no depende del poder del caballo, sino del poder de Dios. La fe es mi parte; es la actitud que Dios espera de mí, pues, con fe agrado a Dios; pero la actuación del Señor es lo que logra la victoria al final. Soy el caballo y Dios es el Comandante. Hago mi parte en la batalla que es tener fe y obedecer al Comandante, pero es su poder y destreza los que consiguen la victoria, ¡y la comparto con Él!



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