Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:2 (RVR 60)
Dios es un Juez justo y Santo, esa es Su naturaleza; un Dios que aborrece y repudia el pecado y la iniquidad, pues la pureza y la perfección es su esencia, y por más que me amara a mí como creación suya, y a toda la humanidad, no podía dejar de lado darnos el castigo que cada uno de nosotros merecíamos, por la naturaleza pecaminosa que heredamos de Adán y Eva.
Nos alejamos de Él, nos apartamos de Su naturaleza como ovejas descarriadas, cada uno corriendo a un precipicio por nuestros vanos placeres que nunca nos saciarán en nada. Además, nada podríamos hacer con nuestras propias fuerzas para pagar nuestra salvación, y no podríamos escapar del justo juicio de Dios sin recibir el castigo eterno que merecemos. Por más que hayamos intentado ser “buenos” en nuestras propias fuerzas, Dios no puede dejar ser un Juez justo y Santo solo para alcahuetear nuestras malas acciones, productos de una naturaleza caída y corrupta. Pero fue tan grande su amor por ti y por mí que envió a Su Hijo unigénito a proveer sacrificio por nuestras deudas, las cuales nunca, en toda nuestra existencia, hubiéramos podido pagar, recayendo sobre Su hijo (quien era Dios mismo en la persona de Jesucristo) todo el peso del pecado, la ira de Dios y el castigo que merecíamos, para que Su santidad y justicia fuera satisfechas. Y así, personas culpadas como tú y yo, podamos ser perdonados, limpiados y justificados. ¿Acaso habrá mayor regalo y mayor amor que este? ¡PERFECTO AMOR!
El día en que a nuestro Señor Jesús lo iban a crucificar, comenzó a experimentar tal angustia y depresión que hasta llegó a sudar como gotas de sangre; por lo cual Él le rogaba al Padre: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. Mateo 26:39
Luego vinieron a arrestarlo; pero Pedro, por defender a su maestro, sacó la espada y, con la intención de quitarle la cabeza a Malco, solo alcanzó a quitarle la oreja. Aun así, Jesús estaba dispuesto a dar su vida por nosotros, así que en vez de sentirse defendido por Pedro le dijo:
Vuelve tu espada a su lugar. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? Mateo 26:52-53
Habiendo podido evitar aquel sufrimiento, lo hizo por amor a ti y a mí. Aún si hubiera solo una persona en todo el planeta, solo una, por ella Cristo también se habría entregado. Pudo justificarse muchas veces, pero por amor a ti y a mí calló ante las acusaciones falsas de los escribas y fariseos; por amor a ti y a mí, soportó en silencio los terribles dolores producto de las torturas y azotes que recibió, cargando nuestro Padre sobre Él todos nuestros pecados y lo que nos agobiaba para no ser salvos, y aguantó cada golpe, cada latigazo en silencio y sin reclamos. Pudo haber bajado “literalmente” de la cruz, haber llamado a sus ángeles para que lo hicieran desaparecer cuando venía la multitud a arrestarlo; teniendo ruta de escape, no la aceptó y decidió dar ese gran paso hacia la cruz por amor a ti y a mí. ¡Éstas son realmente las buenas noticias de salvación que con gran gozo en nuestro corazón debemos anunciar!
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