sábado, 4 de enero de 2020

Exitismo Espiritual

La palabra “exitismo” no existía años atrás en los diccionarios y fue incorporada por la RAE (Real Academia de la lengua española) no hace mucho tiempo, definiendo este término como Afán desmedido de éxito”Hasta la definición no había resonancia alguna, pero cuando se usa este término con “espiritual” algo ocurre.
Preocupa que alguna vez nos transformemos en exitistas espirituales, que deseemos tanto..., tanto el éxito, que nos frustremos cuando las cosas no ocurren como esperamos. O bien, que el hecho de ser siempre “correcto” y caminar en los “principios” de Dios, no nos dé ocasión para equivocarnos y entender que los errores también son parte del desarrollo personal y espiritual que debemos vivir. Preocupa, y en gran manera, que quienes siempre han tenido una vida consagrada a Dios, que siempre se les ha reconocido y honrado por ésto, cuando se equivoquen (porque eventualmente TODOS nos vamos a equivocar, somos humanos de carne y hueso), no sean capaces de seguir viendo a Cristo en ellos y sientan una pesada carga sobre sus hombros, la carga de la despreciable culpa.
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Más preocupante aún parece el hecho de que estos exitistas espirituales “midan” y evalúen a la gente con parámetros tan poco reales, que les exijan más de lo que ellos pueden dar, y la sensación que les quede sea de poca competencia, de que en verdad “no pueden”. Esto es preocupante, porque no podemos evaluar al resto sobre la base de lo que yo hago o soy capaz de hacer, ni tampoco de acuerdo a mi nivel de “compromiso” o “consagración”. Esto no resulta así y el mejor ejemplo fue Jesús. Él nunca esperó que los discípulos fueran capaces de “entregarse” de la manera que Él lo hacía, ni siquiera que pudieran orar las horas que Él oraba; Jesús no fue un exitista espiritual, porque Él ya era exitoso de por sí. Estaba en el lugar en que tenía que estar, haciendo lo que Dios le había mandado hacer. Eso lo hizo, lo hace y lo hará extraordinariamente exitoso.
No creamos que el caer en este exitismo espiritual es algo que no nos va a ocurrir con cierta frecuencia. Cuando todo va bien, cuando todas las cosas están marchando como esperábamos y sentimos que estamos totalmente conectados con Cristo, podemos caer en esta conquista frenética por ser cada vez más “exitosos”, pasando por la vida como autómatas que no ven más que sus propios éxitos y los medios para lograrlos. Estos mal entendidos “éxitos” pueden ser conseguir una congregación muy numerosa, tener muchos diplomas de estudios bíblicos, ser reconocidos dentro del grupo, etc. Y esto no tiene nada que ver con que, de no tenerlo, nos transformemos en cristianos mediocres, no, ABSOLUTAMENTE NO; solo que el éxito, como lo entiende el mundo en general, no puede transformarte en alguien infalible, ni tampoco en un verdugo de quienes se equivocan... como tú y como yo.

No debemos dejar de tener en cuenta que si no entendemos esto, y si Dios no nos lo revela, nuestro último éxito puede ser nuestro peor enemigo.

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