Ezequiel era un profeta enviado por Dios, encargado de confrontar al pueblo de Israel por sus muchos errores y traiciones cometidos hacia Dios.
“En el día quinto del mes cuarto del año treinta, mientras me encontraba entre los deportados a orillas del río Quebar, los cielos se abrieron y recibí visiones de Dios. Habían pasado cinco años y cinco meses desde que el rey Joaquín fue deportado” (Ezequiel 1;1-3).
Muchos años antes de este suceso, Dios consideró al pueblo de Israel como su pueblo y veló siempre por el bienestar de ellos. Por medio de Moisés, Dios los liberó de la esclavitud en Egipto. No obstante, ellos siempre fueron un pueblo muy terco. Cuando veían que todo estaba bien y eran libres, adoraban a Dios. Pero en momentos en los que veían tempestades en sus vidas, se sentían solos (aunque Dios permanecía con ellos), se enojaban y comenzaban a crear dioses de oro y bronce para adorarlos y depender de estatuas sin vida.
En una de esas misiones, Dios colocó al profeta Ezequiel en un valle lleno de huesos secos (Ezequiel 37:1–3)
Primero, prueba la fe de Ezequiel y le pregunta: “Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?” / “y yo le contesté: Señor Omnipotente, tú lo sabes”.
Entonces, Dios declara revivir esos huesos secos, darles tendones y carne, recubrirlos de piel y revivirlos. (Ezequiel 37:5–7)
Estos huesos son la representación del pueblo de Israel, quienes decían estar secos en vida, almas sin esperanza (37:11).
Israel se sentía perdido, solo, abandonado. Pero Dios, en su gran amor, demuestra que no era así; Él permanecía con ellos. Y así como tiene absoluto poder para revivir un grupo de huesos secos y darles vida nuevamente, así daría aliento de vida a un pueblo que perdió la esperanza.
Los huesos secos representan al pueblo de Israel. Y el pueblo de Israel representa a nosotros hoy en día. Somos el pueblo que Dios escogió.
Y nos ama tanto que siempre, cada segundo de nuestra vida, vela por nosotros y nos da aliento de vida.
- Ezequiel 37:12–14
Por eso, profetiza y adviérteles que así dice el Señor omnipotente:
"Pueblo mío, abriré tus tumbas y te sacaré de ellas, y te haré regresar a la tierra de Israel. Y cuando haya abierto tus tumbas y te haya sacado de allí, entonces, pueblo mío, sabrás que yo soy el Señor. Pondré en ti mi aliento de vida, y volverás a vivir. Y te estableceré en tu propia tierra. Entonces sabrás que yo, el Señor, lo he dicho, y lo cumpliré. Lo afirma el Señor".
La vida no es fácil, para nada. Siempre hay problemas que angustian nuestra mente y alma. De vez en cuando logramos completar un día siendo totalmente felices. Pero, ¿qué pasa con los días que no son así?
Es muy sencillo rendirse y considerarse un inútil, un torpe, un incapaz. Sin embargo, también hay un lado bueno detrás de todo sufrimiento, listo para darnos atajo cuando ‘ya no podemos más’.
El problema empeorará cuando confiamos solamente en nuestras fuerzas y nos permitimos pensar: ‘Dios, ¿por qué a mí? / Estoy solo en esto / Dios me abandonó / Me rindo, no lo logro’…
Pero cuando digo que Dios está atravesando por esos problemas con nosotros... es otra cosa. Lo digo porque lo vivo. Lo digo porque confío en Él, no en mis fuerzas y capacidades humanas, en ÉL.
Cuando amamos verdaderamente a una persona, lo damos todo por ella/él. Velamos porque siempre esté bien, ¿no?
Pues resulta que así es Dios.
Y seguro que su vida la da todos los días por nosotros: los pecadores, los rendidos, los no merecedores, los imperfectos.
Lo hace porque nos AMA y nos da su aliento de vida.
En los momentos que creemos estar más desolados, Dios utiliza sus herramientas especiales para revivir esa esperanza en nuestro corazón, de modo que podamos retomar el ánimo y confiemos nuevamente en Él.
¿Qué herramientas?
Personas de apoyo, amigos, familia, blogs, lecturas, fotos… la Biblia: Su Palabra.
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Cuesta creer en alguien a quien no vemos, y muchas veces pensamos que es algo loco y gracioso tener esperanza en "algo imaginario". Pero estamos plenamente convencidos de que hay una semilla en el corazón de casi todo ser humano, que afirma que Dios sí existe. Aún así, hay circunstancias que permiten que la duda gane y nos convencemos de que no, no existe. Pero no importa, aquella semilla no se rinde, y poco a poco florecerá.
Porque Dios es perfecto y todo lo que Él hace es perfecto… como el momento de encontrarse con ÉL cara a cara.
La esperanza comienza cuando creemos que Dios es verdaderamente un Padre personal, quien segundo a segundo está velando por el bien de toda su creación.
Todo esto se resume en A M O R.
Cuando las cosas se hacen con amor, se logran: Dios es y siempre será AMOR.
Y no hay nada igual que su amor.
Cuando las cosas se hacen con amor, se logran: Dios es y siempre será AMOR.
Y no hay nada igual que su amor.
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