viernes, 31 de enero de 2020

¿Cristianos o discípulos de Jesús?

No es muy común que nos denominemos “discípulos de Jesús”. Preferimos decir que somos cristianos, porque es mucho más fácil de comprender y tampoco está mal dicho. Pero ser cristiano, en la mente de muchos, presupone ser seguidor de una fe que valora unas instituciones religiosas, una cierta clase de líderes religiosos, y unas determinadas prácticas y tradiciones religiosas que tuvieron inicio en “el Cristo” hace unos milenios.
Así que para algunos puede parecer, que cuando alguien se convierte a Jesús solamente ha cambiado de religión y ahora "voy a “los evangelistas”,... a ver si ahora funciona".
El tema es que Jesús no nos ha llamado para una nueva religión, sino para una nueva vida. Una vida que está totalmente centrada en Él y no en nosotros. Las religiones están centradas en las personas pues buscan proveer a los fieles una respuesta que funcione para sus necesidades, a su manera. No es extraño que escuchemos a personas que digan “yo sigo a Dios a mi manera”.
En nuestra caminata para experimentar esa nueva vida, Jesús nos llama a que seamos sus “discípulos”. Un discípulo es alguien que está siempre dispuesto a aprender de su maestro y aumentar su conocimiento. Pone en práctica lo que aprende y desarrolla nuevos hábitos que son evidencias de su aprendizaje. Además de todo esto, según Lucas 14.25-27, aquel que desea seguir al Maestro Jesús y ser su discípulo, debe dejar para segundo plano todo lo demás, poniendo a Cristo en primer lugar y buscando hacer su voluntad.
Jesús se enfadó varias veces con los religiosos, y en uno de esos momentos se enfadó con personas que lo buscaban solamente para comer (Juan 6.26). Jesús no es el fundador de una religión más que viene a dar a las personas lo que ellas quieren y a su manera, sino el Rey poderoso de un Reino Eterno que nos invita a que lo sigamos, para esparcir su verdad y vivir según sus valores. El único que puede perdonar a la humanidad de sus pecados y generar en cada uno de nosotros una nueva y plena vida.
Si quieres contestar positivamente a la invitación de Jesús y ser uno de sus discípulos, empieza por preguntarle qué es lo que Él desea de ti, y no qué es lo que tú quieres de Él.

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