viernes, 31 de enero de 2020

El orgullo más pecaminoso del cristiano

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras,
para que nadie se gloríe. (Efesios 2: 8 y 9).

El orgullo del hombre y la envidia a Dios
La envidia y el orgullo condujeron a Satanás y a todos sus “ángeles” caídos al destierro eterno, en un lugar de tinieblas sin la comunión con el Señor.
Ese mismo deseo impuro lo tuvieron Adán y Eva en la escena del pecado original en el huerto del Edén. Podemos ver el mismo patrón de gloria en estas dos rebeliones anteriores, y éste sigue siendo el mismo deseo pecaminoso e impuro que tienen los hombres de hoy.
Predicando el Evangelio de Cristo El hombre tiene la tendencia natural de pretender alguna "gloria", algún tipo de reconocimiento por su "obra"; es como si tuviera el deseo pecaminoso de querer ser Dios. 
 
Por lo que, millones de cristianos creen tener algo "digno", "valioso", "algún mérito", "alguna gestión de su propia voluntad, que les hace "merecedores" del amor de Dios.  
En todas las partes de la tierra hay creyentes que sienten tener "algo bueno" dentro de ellos, que les ha hecho caminar por las sendas del Evangelio, y se sienten orgullosos de haber decidido seguir a Cristo. Estos cristianos no están dispuestos a despojarse de sus "obras", incluso de sus propios testimonios y de su vida moral, para dar toda la Gloria a Dios, quien se los ha otorgado todo.
Es más, algunos consideran su religiosidad y sus propios diezmos entregados, como algo "valioso y digno" para alcanzar la Gracia y la bondad del Señor.​ No han llegado a comprender profundamente que solo en la bancarrota espiritual podremos sentir la compasión del Salvador.

Resultado de imagen de El orgullo más pecaminoso del cristiano¿Qué es la bancarrota espiritual?
Cada vez hay un mayor número de cristianos que está a punto de declararse en quiebra espiritual. Hay evangelistas, pastores, maestros bíblicos, sacerdotes, religiosas, monjas, líderes importantes de la fe que se dan cuenta de que no pueden vivir de acuerdo a sus expectativas; que inesperadamente sus vidas pueden caer de vuelta en el pecado, y entonces comienzan a pensar en irse a la bancarrota espiritual.
Hace unos 2000 años, Cristo Jesús nos habló de esta bancarrota cuando dijo: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos". (Mateo 5:3).
¿Ha comprendido usted, en la intimidad con el Señor, que le ha fallado aun haciendo sus más nobles esfuerzos? 

La religión nos hace sentir orgullosos de lo que hemos hecho.

El Evangelio nos hace orgullosos de lo que Jesús ha hecho. 

 

Timothy Keller.



¡Suelta el orgullo!, para que puedas abrazar con todas tus fuerzas la Gracia del Salvador.



Dios es el único autor de la redención.
Muchos llamados seguidores de Cristo declaran con sus labios esta frase tan trillada: “somos salvos por gracia”; pero no llegan a sentirlo en lo más profundo del alma. No sienten verdaderamente lo que es aceptar una salvación totalmente gratis, sino que quieren cooperar en el plan de redención del Salvador.
Si Dios es la Causa Primera de todas las cosas, si por Él fueron hechas todas las cosas y para Él existen. Si es el sustentador de todo el universo y de las criaturas celestiales y terrenales que Él hizo, y las cuales sostiene con la fuerza de su palabra; si no existe nada ni antes ni después de Él, entonces la pregunta es:
¿No le parece a usted que sería una ofensa muy grave restarle siquiera un grano de mostaza a la Gloria que solo Él tiene, por la redención de nuestras miserables almas?
El cristiano debería otorgar toda la gloria a Dios, quien lo ha escogido, encontrado, conquistado, y convencido de pecado, de justicia y de juicio. (Juan 16:8-11).
Dios es quien nos ha salvado de la perdición eterna. No fue nuestro libre albedrío; no fue tampoco nuestra propia iniciativa porque tristemente no tenemos inclinación hacia Dios, si Él no se nos revela primero. La verdad es que no tenemos gloria alguna en toda la gestión divina de la gloriosa y misteriosa redención de nuestras almas.
Los planes de Dios son difíciles de comprender, y junto a todo lo referente al plan de redención del pecador forman un complicado misterio. Si por una parte el libre albedrío y la voluntad propia del ser humano existen, por otra parte nunca podrán ser más fuertes y decisivos que la Santa Soberanía de Dios. (Romanos 8:30).
Es hora de que los cristianos acepten que el hombre nace depravado en sus delitos y pecados, y que el pecador está en una situación tal que no puede salir de las tinieblas a la luz admirable del Evangelio de Cristo, sin la intervención divina del Espíritu Santo de Dios. (Juan 15:16).
Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero. (1 Juan 4:19).

La realidad es que nacemos con el cáncer del pecado congénito en nuestras almas, y que no podemos negar que somos hijos del primer Adán. (Romanos 5:12).
He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. (Salmos 51:5).
"Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como el viento." (Isaías 64:6).

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