El sermón del monte es una predicación hermosa que Jesucristo pronunció en el monte, ahora conocido, como Monte de las bienaventuranzas. En esta preciosa predicación, Jesús nos dejó fundamentos sólidos para construir nuestra vida y para cambiar nuestra perspectiva de ella. Ante todo, hay que resaltar la importancia que tiene la aplicación de esta hermosa predicación para nuestra vida diaria, predicación que tiene tanta vigencia hoy como la tuvo cuando fue enseñada por primera vez:
Uno de los puntos clave en los que se diferenció la predicación de Jesús de la de cualquier profeta o predicador, sea del tiempo actual o del pasado, fue el énfasis que hacía en el amor como clave para vivir una vida plena. Esta es la clave para entender el corazón de las enseñanzas de Jesús y de su doctrina.
Debemos entender que el contexto histórico en el que vivía nuestro Señor no era sencillo: Los romanos habían conquistado su país; los judíos se sentían humillados, debían pagar impuestos y, a menudo, recibían tratos injustos y degradantes. Lo último que querían era escuchar a alguien hablando del amor; en lugar de eso, esperaban un hombre que a través de la violencia les devolviera la libertad. Lo cual nos lleva a entender por qué Jesús era tan diferente, tan único y tan particular: su mensaje es el amor.
Del libro de los Hechos, podemos inferir que hubo muchos personajes contemporáneos a Jesús que pretendían hacerse pasar por el Mesías. Se supone que muchos de ellos querían hacerlo para ponerse al frente de la batalla y proponer la guerra como arma de libertad.
Pero a diferencia de cualquier otro, Jesús predicaba sobre el amor y la humildad. Él sabía, y decía, que la verdadera guerra nace en el corazón del hombre y que las verdaderas ataduras no son las políticas ni las físicas, sino las que el pecado forja en el corazón.
Jesús enseñó a amar a los enemigos, Pablo enseñó a someterse a las autoridades, Pedro enseñó a no devolver nunca mal por mal. Y en ningún momento fue la intención de los primeros cristianos tomar las armas y pelear por la libertad del pueblo judío, o quedarse con el poder político; ellos estaban peleando la verdadera batalla.
Volviendo al texto, vemos en los primeros versículos que Jesús refuta la antigua tradición de “Ojo por ojo y diente por diente”. ¡Cuánto necesitamos de eso en el mundo actual!
Volviendo al texto, vemos en los primeros versículos que Jesús refuta la antigua tradición de “Ojo por ojo y diente por diente”. ¡Cuánto necesitamos de eso en el mundo actual!
Cuántas guerras, cuánta falta de perdón, cuánta violencia, cuánta sed de venganza, cuánta destrucción familiar, cuánta orfandad, cuánta miseria que vivimos hoy y que podríamos evitar si todos diéramos un paso al frente y dijéramos: “Voy a amar y no a odiar”.
Mas Jesús no nos está llamando a ser tontos, nos está llamando a entender que la violencia solo genera más violencia; que si entramos en el juego de la venganza, entramos en un ciclo de destrucción que afectará a nuestras vidas y a la de nuestras generaciones. También nos está llamando a ser soldados de la buena batalla, a pelear contra el mal haciendo el bien; a pelear contra el odio a través del amor.
El segundo punto que Jesús ataca es “Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.”
Jesús nos dice “Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los aborrecen, y oren por los que los ultrajan y los persiguen.”
¡Impresionante!; no podemos ser indiferentes ante un mensaje tan grandioso y tan claro como el que Jesús nos transmite en este pasaje.
Dios quiere que amemos perfectamente, no solo a quienes nos hacen bien, no solo a quienes nos saludan o a quienes nos aman; sino también a aquellos que no nos caen bien, a los que buscan nuestra caída, a los que nos han traicionado, a los que nos han hecho daño, a los que nos han robado, a los que han traicionado nuestra confianza, a los que se burlan de nosotros, a los que nos atacan física o psicológicamente.
Y el Señor pone a Dios como ejemplo de este amor perfecto, recordándonos que Él permite la bendición y abre los cielos para que llueva sobre todos; así como hace salir el sol, sobre los buenos y los malos. El mismo Señor Jesucristo es un ejemplo vivo de este mandato, pues Él oró por sus enemigos estando en la agonía de la cruz.
El perdón es más fuerte que la espada, y el amor más poderoso que cualquier arma que el hombre pueda inventar. La humildad está lejos de parecer humillación; por el contrario, es una muestra de grandeza.
Entonces, ¿qué debemos hacer como cristianos?
1. Responder a la violencia con amor.
2. Amar a los enemigos.
3. Desear el bien a los que nos desean el mal.
4. Hacer bien a los que nos odian.
5. Orar por quienes nos hacen daño.
2. Amar a los enemigos.
3. Desear el bien a los que nos desean el mal.
4. Hacer bien a los que nos odian.
5. Orar por quienes nos hacen daño.
Si queremos marcar realmente una diferencia en el mundo, debemos obedecer esta enseñanza. Las personas buscan desesperadamente la perfección, y los cristianos olvidamos (muy frecuentemente) que Jesús nos demostró que la perfección está en el amor, pero en el amor a todos, no solo a los que son fáciles de amar.
QUE DIOS TE BENDIGA
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
ni estuvo en camino de pecadores,
ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
sino que en la ley de Jehová está su delicia,
y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo,
y su hoja no cae;
y todo lo que hace, prosperará”
ni estuvo en camino de pecadores,
ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
sino que en la ley de Jehová está su delicia,
y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
que da su fruto en su tiempo,
y su hoja no cae;
y todo lo que hace, prosperará”
Salmo 1:1-3
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