“¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” Lucas 6:46
Podemos pensar que en el cristianismo no hay grados; que una vez que aceptamos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, concluimos el proceso de conversión. Sin embargo, resulta evidente que no es así. De hecho se compara al nuevo cristiano con un bebé recién nacido. Ambos necesitan cuidados y en un principio su alimento es blando, pero conforme van creciendo su alimentación cambia, y llega un momento en que llegan a estar listos para ayudar a otros en su crecimiento.
Recuerda cómo fuiste guiado por tus padres y hermanos y ahora ayudas a otros a dar los primeros pasos.
Tradicionalmente se nos ha enseñado que los tres pilares del crecimiento espiritual son:
- A) La oración
- B) La lectura de la biblia
- C) La asistencia a una iglesia cristiana
¿Cuán grande es mi compromiso personal con Dios?
Conforme vamos escudriñando más y más las escrituras y escuchamos a nuestros pastores predicar, entendemos que existen ciertos compromisos que debemos cumplir para estar en perfecta relación con Dios.
La ayuda al prójimo, el diezmo y las ofrendas, refrenar nuestra lengua, renunciar a los placeres del mundo, compartir a otros la palabra de dios, asistir a la iglesia etc., son algunas de nuestras obligaciones. Pero ¿hasta donde estamos dispuestos a cumplirlas?
El ser humano tiene varias opciones y la libertad para elegir es una de ellas. Estas opciones las podemos clasificar de la siguiente manera:
- A) Colocarnos fuera del plan de Dios (frío).
- B) Aceptar a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, sin aceptar mayores compromisos (tibio).
- C) Aceptar a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador y hacer la voluntad del Padre. (caliente).
Apocalipsis 3:15-16 dice: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.”
¿Cómo podemos medir nuestra temperatura espiritual?
Como vemos, la tibieza no es vista con agrado por Dios. El cristiano debe ser radical, y seguro que para saber si somos fríos, tibios o calientes en términos espirituales, no necesitamos un termómetro, pues basta una simple reflexión.
Hagámonos la siguiente pregunta: ¿Cómo está en este momento mi temperatura espiritual?
Fijémonos en este pasaje:
“no todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad.” Mateo 7:21-23:
Imaginémonos a nosotros mismos rindiendo cuentas a Dios, diciéndole,: “Señor, Señor, acepté a Jesucristo como mi Señor y Salvador, oré y asistí a la iglesia, y hasta fui maestro de escuela dominical. Permíteme entrar a tu reino”. ¿Cuál sería la respuesta de Dios?
Ocasión de caer
No debemos confundir tibieza con tropiezos, porque el justo corre siempre el riesgo de tropezar y caer, mas siempre será levantado por Dios.
La escritura nos habla al respecto: “Imposible es que no vengan tropiezos;….” (Lucas 17:1). Sin embargo, pensemos que cualquier caída que suframos los cristianos será para bien, siempre y cuando tomemos la decisión de levantarnos de inmediato.
Dice un dicho del mundo que “fracasado no es el que cae, sino el que decide no levantarse”. Nuestras caídas nos enseñan cómo no debemos comportarnos.
En conclusión:
- 1. El proceso de conversión no concluye cuando aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador.
- 2. Es necesario que una vez que hayamos hecho nuestra decisión, busquemos crecer espiritualmente.
- 3. Debemos hacer la voluntad de Dios.
- 4. La tibieza espiritual no agrada a Dios.
- 5. La caída del cristiano no equivale a tibieza.
Oremos pidiendo iluminación para entender la voluntad de Dios, y fortaleza para poder cumplirla plenamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario