¿De dónde, entonces, vienen las tentaciones? En primer lugar, no vienen de Dios, aunque Él las permite. Santiago 1:13 dice, "Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie.”
En el primer capítulo de Job, vemos que Dios permitió a Satanás tentar a Job, pero con restricciones. Satanás anda en la tierra como león, buscando a gente para devorar (1 Pedro 5:8). El versículo 9 nos dice resistirlo, sabiendo que otros cristianos también están experimentando sus ataques. Estos pasajes nos dicen que las tentaciones vienen de Satanás. Vemos en Santiago 1:14 que somos tentados cuando somos "llevados y seducidos por nuestra propia lujuria". Nos permitimos tener ciertos pensamientos, ir a lugares donde no deberíamos ir y tomar decisiones basadas en nuestros deseos que nos llevan a la tentación.
Entonces, ¿cómo resistir las tentaciones? Veamos, en primer lugar, el ejemplo de Jesús cuando fue tentado en el desierto por Satanás, en Mateo 4:1-11. Cada una de las tentaciones de Satanás fue recibida con la misma respuesta: "Escrito está", seguida por las Escrituras. Si el Hijo de Dios usaba la Palabra de Dios para poner fin a las tentaciones, lo cual sabemos que funciona, ¿por qué, después de tres fallidos esfuerzos, "el diablo entonces lo dejó"? (verso 11). ¿Cuánto más necesitamos usarla nosotros para resistir nuestras propias tentaciones? Todos nuestros esfuerzos para resistirlas serán débiles e ineficaces, a menos que sean impulsados por el Espíritu Santo a través de la constante lectura, estudio y meditación de la Palabra. De esta manera, seremos transformados “por medio de la renovación de nuestro entendimiento." (Romanos 12:2). No hay otra arma útil contra la tentación excepto la "espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios" (Efesios 6:17).
Mas primero, Colosenses 3:2 dice: "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” Si nuestras mentes están llenas de los últimos programas de televisión, la música y todo lo que la cultura mundana tiene para ofrecer, seremos bombardeados con mensajes e imágenes que inevitablemente conducen a deseos pecaminosos. Pero si nuestras mentes están llenas de la majestad y santidad de Dios, del amor y la compasión de Cristo y el brillo de ambos reflejado en Su Palabra perfecta, encontraremos que nuestro interés en las lujurias de este mundo disminuirá y desaparecerá. Pero sin la influencia de la Palabra en nuestras mentes, estamos abiertos a cualquier cosa que Satanás quiera usar para atacarnos.
Aquí, pues, está el único medio para proteger nuestros corazones y mentes alejados de las fuentes de tentación. Recuerden las palabras de Cristo a Sus discípulos en el jardín en la noche de Su traición: "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil." (Mateo 26:41). La mayoría de los cristianos no querría abiertamente meterse en el pecado, pero no podemos resistirnos a caer en ello porque nuestra carne no es lo suficientemente fuerte para resistir. Nos metemos en ciertas situaciones o llenamos nuestras mentes con pasiones lujuriosas, y eso nos lleva al pecado.
Debemos renovar nuestra forma de pensar como se nos dice en Romanos 12:1-2. No debemos pensar como el mundo piensa, o caminar de la misma manera que el mundo camina. Proverbios 4:14-15 nos dice: "No entres por la vereda de los impíos, ni vayas por el camino de los malos. Déjala, no pases por ella; apártate de ella, pasa". Tenemos que evitar el camino del mundo que nos lleva a la tentación, porque nuestra carne es débil. Somos llevados fácilmente por nuestras propias concupiscencias.
Mateo 5:29 tiene un excelente consejo. "Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.” ¡Suena grave! ¡El pecado es grave! Jesús no está diciendo que literalmente sea necesario sacar los miembros del cuerpo. Sacar el ojo es una medida drástica, y Jesús nos está enseñando que si es necesario, debe tomarse una medida drástica para evitar el pecado.
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