Tomar un pasaje como 2 Corintios 3:6 (el cual asimismo nos capacitó para ser ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu, porque la letra mata, pero el Espíritu da vida), y darle una interpretación incorrecta es un asunto serio. Aunque somos humanos falibles interpretando la Palabra de Dios infalible, el Señor nos hace responsables de cómo usamos la Biblia, especialmente si somos maestros de ella (Santiago 3:1). Para las personas que enseñan lo que Dios no dice, Dios tiene reservada una condenación más grande.
Cuatro veces en el Nuevo Testamento se habla de personas que recibirán “mayor condenación” (Mateo 23:14; Marcos 12:40; Lucas 20:47; Santiago 3:1), y todas tienen que ver con líderes religiosos que abusan de la fe para imponer mandamientos que no provienen de Dios. Esta es una gran blasfemia porque intentan usurpar el nombre de Dios. Para personas así, Dios tiene reservada una condenación más grande.
Cuatro veces en el Nuevo Testamento se habla de personas que recibirán “mayor condenación” (Mateo 23:14; Marcos 12:40; Lucas 20:47; Santiago 3:1), y todas tienen que ver con líderes religiosos que abusan de la fe para imponer mandamientos que no provienen de Dios. Esta es una gran blasfemia porque intentan usurpar el nombre de Dios. Para personas así, Dios tiene reservada una condenación más grande.
2 Corintios 3:6 es uno de esos versos que ha sido malinterpretado desde los primeros siglos de la Iglesia cristiana. Por ejemplo, Orígenes (exégeta), quien murió en el siglo III y es famoso por sus alegorías de la Biblia, interpretaba “la letra” en un sentido literal-gramático (teoricismo), mientras que “el espíritu” se refería a la interpretación espiritual. De acuerdo a Orígenes, el sentido gramático era inferior al espiritual. Él usó este versículo para justificar sus interpretaciones alegóricas, y después muchos siguieron su ejemplo, malinterpretando incontables versículos por toda la Biblia.
Hoy en día, este verso se usa para justificar una falta de seriedad al estudiar la Palabra. Hay diversas variaciones de lo mismo. Si un muchacho quiere estudiar en el seminario, alguna persona, puede que bien intencionada, puede tomarlo aparte para advertirle que “la letra mata, pero el espíritu vivifica”; cuando otro joven (llámese Pedro) encuentra prácticas antibíblicas en su iglesia, su voz es reprimida con el mismo texto.
Este verso, sin embargo, no tiene nada que ver con el sentido espiritual de un pasaje, ni con el peligro de estudiar teología. Mucho menos debe usarse para justificar en la iglesia cosas que son contrarias a la Palabra de Dios.
Para entender el sentido del pasaje, debemos estudiar el contexto.
Ministros del nuevo pacto
Había personas en Corinto que dudaban del apostolado y la autoridad de Pablo. Y muy probablemente, algunos falsos maestros intentaban desviar a la congregación de la autoridad apostólica. Sin embargo, para Pablo no había ninguna duda: “Como de parte de Dios, hablamos en Cristo delante de Dios” (2 Corintios 2:17).
Pablo continúa explicando que no era necesario mostrar ningún tipo de currículum vitae. Ni siquiera necesitaba alguna carta de recomendación, porque la carta misma eran los creyentes en Corinto, una carta “redactada por nosotros, no escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones humanos” (2 Corintios 3:3). Este verso nos da una pista para interpretar 2 Corintios 3:6, pues vemos el contraste que Pablo hace entre las “tablas de piedra” —una referencia al pacto de la ley del Antiguo Testamento—, y la obra del Espíritu, la cual se hace directamente en el corazón humano.
Seguramente Pablo estaba pensando en pasajes como:
“Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días’, declara el SEÑOR. ‘Pondré Mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré. Entonces Yo seré su Dios y ellos serán Mi pueblo”. Jeremías 31:33.
“Además, les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas”, Ezequiel 36:26-27.
El apóstol estaba diciendo que su autoridad apostólica era evidente, pues el Espíritu había transformado sus vidas mediante la predicación del evangelio por parte de Pablo y de aquellos que ministraban junto a él. Esto no era algo que Pablo había logrado por sí mismo, ¡para nada! Esa suficiencia no venía de ellos mismos (2 Corintios 3:5), más bien:
“Nuestra suficiencia es de Dios, el cual también nos hizo suficientes como ministros de un nuevo pacto, no de la letra, sino del Espíritu”, 2 Corintios 3:5-6.
Aquí está la clave: Pablo (y los apóstoles) era ministro del nuevo pacto (del Espíritu), no del antiguo pacto (de la letra). Y justamente después escribe: “Porque la letra mata, pero el Espíritu da vida” (2 Corintios 3:6).
Contraste entre pactos
Este versículo, entonces, se refiere a un contraste entre dos pactos: el antiguo y el nuevo. El antiguo pacto, dice Pablo, es el de la letra, y mata. Por otro lado, el nuevo pacto, del Espíritu, vivifica. ¿Cómo entender esto?
El antiguo pacto, escrito en letra, mata por varias razones. Primeramente, era un pacto “de muerte” (2 Corintios 3:7), sin capacidad de dar vida, sino todo lo contrario. El pecado que mora en el ser humano, se aprovecha del mandamiento para producir más pecado (Romanos 7:8) y finalmente la muerte (Romanos 7:11). Este pacto, por sí mismo, no tenía capacidad alguna de producir vida. Era un código, condicionado, que Dios había hecho con su pueblo, pero que, sin embargo, quedaría reemplazado por un nuevo y mejor pacto (Hebreos 7:22, 8:6, 12:24).
Segundo, era un pacto “de condenación” (2 Corintios 3:9). Tanto es así, que la persona bajo ese pacto estaba bajo maldición (Deuteronomio 27:26; Gálatas 3:10 - Todos los que dependen de las obras de la Ley están bajo maldición, pues escrito está: «Maldito sea el que no permanezca en todas las cosas escritas en el libro de la Ley, para cumplirlas). Toda persona bajo ese pacto sería juzgada y encontrada culpable, caso de no cumplirlo. Pero...
... El nuevo pacto viene con la promesa y el poder del Espíritu Santo, con la ley escrita en el corazón; es el pacto de la regeneración, es el pacto que produce vida.
Por otro lado, el nuevo pacto, el del Espíritu, “da vida”. Este nuevo pacto, creado y mediado por el Señor Jesucristo (Mateo 26:28; Marcos 14:24; Lucas 22:20; 1 Corintios 11:25; Hebreos 12:24), era el mismo prometido en el Antiguo Testamento (Ezequiel 36:26; Hebreos 8:8). A diferencia del antiguo pacto, este nuevo venía con la promesa y el poder del Espíritu Santo (Jeremías 31:31), con la ley escrita no en tablas sino en el corazón (Jeremías 31; Ezequiel 36). El nuevo pacto es el pacto de la regeneración (Ezequiel 37), es el pacto que produce vida (Juan 6:63; Romanos 8:6).
Así que Pablo, en este texto, enseña la maravillosa bendición que tenemos aquellos que estamos bajo el pacto de vida por medio de la regeneración del Espíritu, por la obra de obediencia de Jesucristo al Padre.
Conclusión
Cuando nos enfrentamos a algún texto difícil en las Escrituras, lo mejor que podemos hacer es mirar el contexto, tanto el inmediato como el más amplio. Es importante tener un panorama robusto y completo de toda la Palabra, para interpretar la Biblia con la Biblia misma. Así no caeremos en condenación, sino que seremos, como Pablo, ministros y proclamadores del nuevo pacto que trae vida.
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