El surgimiento de las denominaciones dentro de la fe cristiana, tiene su nacimiento en la Reforma Protestante. El movimiento de “Reforma” de la Iglesia Católica Romana durante el siglo XVI, dio origen a las cuatro divisiones o tradiciones mayores del protestantismo: Luterana, Reformada o Calvinista, Anabaptista y Anglicana. A través de los siglos, de estas cuatro ramas, surgieron otras denominaciones.
Tratando la primera división, la denominación Luterana fue nombrada así por Martín Lutero y estaba basada en sus enseñanzas.
Los Metodistas tomaron el nombre de su fundador, John Wesley, quien era famoso por elaborar “métodos” para el crecimiento espiritual. Su teología enfatiza el hecho de que la salvación es para todo aquel que la acepte.
Los Presbiterianos fueron llamados así por su visión sobre el liderazgo de la iglesia – la palabra griega para anciano es presbyteros. Las iglesias presbiterianas derivan su nombre de la forma presbiteriana de gobierno de la iglesia, que se rige por asambleas representativas de ancianos. Un gran número de iglesias reformadas se organizan de esta manera, pero la palabra presbiteriana, cuando se escribe con mayúscula, a menudo se aplica únicamente a las iglesias que tienen sus raíces en la Iglesia de Escocia, así como a varios grupos disidentes ingleses que se formaron durante la Guerra civil inglesa.
Los Bautistas tomaron su nombre, porque ellos siempre enfatizaron la importancia del bautismo. La biblia debe ser la única guía y el bautismo del creyente es lo que piden las Escrituras.
En fin, cada denominación tiene algunos énfasis o diferencias doctrinales una de la otra, tales como: el método del bautismo; la disponibilidad de la cena del Señor para todos o solo para aquellos cuyos testimonios puedan ser verificados por los líderes de la iglesia; la soberanía de Dios contra el libre albedrío en lo referente a la salvación; el futuro de Israel y la iglesia; el arrebatamiento pre-tribulacionista contra el post-tribulacionista; la existencia de dones de “milagros” en la era moderna, y la lista puede seguir y seguir. El punto principal de estas divisiones nunca es Jesucristo como Señor y Salvador, sino más bien, honestas diferencias de opinión de gente piadosa, aunque imperfecta, que busca honrar a Dios y retener la pureza doctrinal de acuerdo a sus conciencias y su comprensión de la Palabra.
En la actualidad, las denominaciones son muchas y variadas. Las principales denominaciones originales arriba mencionadas, han producido numerosas ramas como las Asambleas de Dios, Alianza Cristiana y Misionera, los Nazarenos, Evangélicos Liberales, iglesias Bíblicas independientes y otras. Algunas denominaciones enfatizan ligeras diferencias doctrinales, pero con más frecuencia simplemente ofrecen estilos diferentes de adoración, adecuados a los diferentes gustos y preferencias de los cristianos. Pero no nos equivoquemos; nosotros, como creyentes, debemos ser de una mente en cuanto a las bases de la fe, pero más allá de eso, hay mucha libertad en la forma en que los cristianos deben adorar en una congregación. Esta libertad es lo que causa los muchos diferentes “aspectos” de la cristiandad. Por ejemplo, La iglesia Presbiteriana en Uganda, tiene un estilo de adoración muy diferente de la Iglesia Presbiteriana de Denver, pero su base doctrinal es la misma. La diversidad es algo bueno, pero no la desunión. Si dos iglesias difieren doctrinalmente, pueden convocarse a un debate y diálogo sobre la Palabra. Esta acción de “hierro con hierro se aguza…” (Proverbios 27:17) es beneficiosa para todos. Sin embargo, si hay un desacuerdo sobre estilo y forma, está bien que permanezcan separadas. Aunque esta separación no exime la responsabilidad que tienen los cristianos de amarse unos a otros (1 Juan 4:11-12), y finalmente, permanecer unidos como uno en Cristo (Juan 17:21-22).
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