lunes, 6 de mayo de 2019

La Justicia de Dios & la justicia de los hombres

¿Sabes que La Biblia dice esto?

 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela. 

😍Pues en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: «Mas el justo por la fe vivirá». (Romanos 1:17).😍

Frecuentemente escuchamos por las calles del mundo, desde un continente hasta el otro, a las multitudes gritando: ¡justicia!  ¡justicia! ¡justicia!
No hay un lugar en esta tierra en el que el hombre no anhele con ansia la verdadera justicia. En lo más profundo de nuestros corazones hay sed, fuego, una desesperación por justicia. ¡Queremos ver la justicia en marcha!
Los pobres gritan ¡justicia!, pues los ricos les arrebatan sus medios de producción y los explotan por miserables sueldos. Los ricos a su vez gritan por ¡justicia!, pues consideran que son merecedores de las propiedades que poseen por sus sacrificios y trabajos.
Los homosexuales y lesbianas se declaran en huelga proclamando justicia por sus derechos, y respeto. Los padres salen a las calles, igualmente, reclamando por hijos desaparecidos y gritan ¡justicia! 
Los crímenes, asaltos y secuestros están a la orden del día en todas las partes de la tierra, y gritos desesperados se escuchan en cada noticiero proclamando: ¡justicia!  ¡justicia! ¡justicia!

Pero vuelven los hombres en su necedad, a olvidar una verdad bíblica: ¡No hay justicia en en esta tierra! Nadie podrá hallar un nivel de justicia perfecto y digno.  
La justicia del hombre está totalmente dañada, destrozada, desmantelada, nublada por el pecado y la maldad. Desde el huerto del Edén el hombre perdió toda su capacidad de juzgar correctamente. La necedad de Adán se evidencia en su argumento frente a Dios: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí"(Génesis 3:12) 
Es tanta la necedad de Adán que de inmediato comienza a culpar a Dios, lo que revela su incapacidad de juzgar. No fue capaz de asumir su responsabilidad de hombre y cabeza familiar. No reconoció haber abandonado a su compañera o no haberla invitado a acompañarlo en sus labores. 

Dios declara, pues, que todos somos pecadores y que no hay ni aún uno de nosotros que sea bueno. La Biblia nos enseña que todos nos descarriamos como ovejas y que cada cual se apartó por su camino (Isaías 53:6). Que todos estamos destituidos de la Gloria de Dios. (Romanos 3:23).
Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno". (Romanos 3:10-12).

Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. (Gálatas 2:16).

La palabra evangelio procede del griego "evangel", que quiere decir el anuncio de un hecho histórico y transformador. Es la coronación de un nuevo rey o de una gran victoria militar. 
El evangelio entonces son buenas noticias y no buenos consejos. No consideremos simplemente al Evangelio como las instrucciones de cómo ganar el cielo, sino la noticia de algo grande y celestial que ha sido hecho por nosotros, los pecadores. 

Triste es escuchar a muchos predicadores proclamar consejos y cosas por hacer para alcanzar la justicia de Dios; el cristianismo es agotador y agobiante de esta manera. Es sencillamente una religión. 
Los cristianos evangélicos necesitamos estar seguros de que el genuino evangelio de Cristo significa noticias de algo que ha sucedido en la Cruz del Calvario por nosotros, y que este hecho está consumado y realizado por Dios mismo.

La justicia de Dios es perfecta e increíblemente muy difícil 
de entender por los hombres. ¡Dios es Justo!  
Salmo 116:5

Y esta es la justicia de Dios: "Al que no conoció pecado (a Cristo), 
por nosotros lo hizo pecado, 
para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El" (2 Corintios 5:21).

Dios comprendió desde las edades eternas, que todos nosotros somos una partida muy grande de pecadores. Ninguno de nosotros en este mundo podrá alcanzar el nivel moral que Dios reclama para presentarnos ante su presencia.  
Por lo tanto, Dios decide descender, bajar, hacerse humano y morir en forma de Hijo de Dios: ¡Jesucristo hecho carne!
Dios en su justicia perfecta y en su manera más sabia, declara: "El que en Él (Jesús) cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios"(Juan 3:18). Todo pecador que descanse totalmente en esta justicia obrada por un santo que muere por él, será justificado.
Es evidente que no se trata de un simple juego de palabras y de expresiones religiosas, sino que esto es una actitud de fe y una convicción muy profunda en el corazón del que cree; cuya certeza en el milagro solo lo regenera y lo sustenta la obra perfecta del Espíritu Santo de Dios en el creyente.
¡Qué misterio del verdadero evangelio! no adulterado, que soy considerado justo por Dios solo por la fe en el sacrificio perfecto de su Hijo, y punto. Justificado soy por la fe y nada más. (Romanos 5:1).
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios" (1 Pedro 3:18).

La Palabra de Dios habla por sí misma. Roguemos a Dios que pueda revelarse a nuestro corazón a través de estos versículos.
Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá. (Gálatas 3:11).

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