Creemos, casi siempre, que el objetivo del ayuno está en la falta de alimento. Pero por el contrario, el propósito del ayuno debe ser quitar tus ojos de las cosas de este mundo y concentrarte en Dios. El ayuno es una manera de demostrar a Dios, y a ti mismo, que tomas en serio tu relación con Él. El ayuno te ayuda a obtener una nueva perspectiva y una renovada confianza en Dios.
Aunque en la Escritura casi siempre el ayuno trata de la abstención de alimentos, existen otras maneras de ayunar. Cualquier cosa que te niegues temporalmente con el fin de concentrarte más en Dios, puede ser considerado como un ayuno (1 Corintios 7:1-5). El ayuno debe estar limitado a un tiempo determinado, especialmente cuando es de comida. Los largos períodos de tiempo sin comer son dañinos para el cuerpo, y el propósito con ayunar no debe ser castigar al cuerpo, sino enfocarse en Dios. El ayuno tampoco debe ser considerado como un “método de dieta”. El propósito del ayuno bíblico no es perder peso, sino ganar una relación más profunda con Dios. Sí, todos pueden ayunar, pero algunos pueden no estar en condiciones para el ayuno alimenticio (por ejemplo los diabéticos). Eso sí, todos pueden abstenerse temporalmente de algo para concentrarse en Dios.
Al apartar nuestros ojos de las cosas de este mundo, podremos enfocarnos más en Cristo. El ayuno no es una forma de lograr que Dios haga lo que deseamos. El ayuno nos cambia a nosotros, no a Dios. El ayuno no es una manera de aparecer más espirituales que otros. El ayuno es para acomodarse en un espíritu de humildad y una actitud gozosa. Mateo 6:16-18 declara, “Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”.
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