En la actualidad hay muchos que predican un cristianismo de prosperidad y de éxitos para todos aquellos que vienen a los pies de Jesucristo. Hay muchos falsos profetas exhortando y enseñando una teología liviana y favorecedora de todo tipo de prosperidad económica para aquel que cree en Jesucristo.
Como si el mensaje del Evangelio de Cristo se tuviera que adaptar a los tiempos presentes, donde los hombres buscan desesperadamente la felicidad en el número de bienes que poseen.
Pero, ¡bien tristes son los corazones de aquellos que pueden llegar a pensar que la acumulación de riquezas materiales podrá otorgarles la felicidad y la paz a sus almas!
Hoy, en pleno siglo XXI, el Señor Jesús tiene un mensaje actual para todos nosotros y nos continúa diciendo:
"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame". (Mateo 16:24).
¿Ha pensado usted alguna vez que debe llevar una cruz como cristiano? ¿Ha meditado alguna vez que Jesús nos ordena tomar nuestra propia cruz y seguirlo?
Cada día se adulteran más las enseñanzas del mensaje de Dios al mundo. La visión que viene del cielo, es empañada por las expectativas materiales de los hombres en esta tierra.
Pero, Dios a través de su humanidad, en la persona de Jesucristo, baja, desciende, se humana y viene a nacer en un pesebre. Cuando Dios ha terminado su obra, consumada aquí en la tierra, cierra su tiempo en una cruz, dejándose crucificar.
Dios, creador de todo el universo, nace en un pesebre y muere en una cruz.
Sin embargo, los "siervos de Dios" modernos quieren vivir acogiéndose a su propia influencia y poder. Un contraste que no tiene nada que ver con el mensaje de Cristo.
La cruz es representación de castigo, tortura, agonía y también de muerte. No habrá una persona en este mundo que pueda librase de llevar una cruz.
El dolor de la humanidad revelada contra Dios constituye el sufrimiento de un mundo caído y convulsionado. Y...
Mientras más lejos de Dios marche este mundo, más caos y convulsión viviremos.
¡Ah! y a a todos nos toca una porción de este dolor de la humanidad. A unos les es dada una porción mayor y a otros una más pequeña; pero todos hemos de afrontar y de bregar con el dolor del pecado y de las consecuencias de una rebeldía en el huerto del Edén.
La cruz de cada creyente puede ser su enfermedad, su necesidad económica, sus padecimientos, su divorcio, sus hijos, su familia, su soledad, su agonía, etc.
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por mi causa, la salvará.
¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo y perdiere su alma?
¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Mateo 16;24-26
Dios nunca nos ha prometido un cristianismo fácil, lleno de comodidades y de éxitos de todo tipo. ¡No¡ Al contrario, las personas sufridas y golpeadas por la vida están por lo general, más cerca de Dios que los acomodados y ricos de este mundo.
Tomar la cruz de Cristo significa también crucificarnos con él. Amar a Cristo con todo el corazón a pesar de todo el dolor que nos haya tocado vivir en este mundo.
No podremos explicar con razonamientos todos nuestros propios sufrimientos; pero no hay nada más hermoso para el cristiano que encontrar el alivio de ir con nuestra propia cruz a los pies de la cruz de Cristo.
Allí me rindo y me entrego. Tomo mis propias agonías y llagas y las fundo con la cruz de Cristo.
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por sus llagas fuimos nosotros curados". (Isaias 53:5)
“Toma tu cruz y sígueme” es estar dispuesto a morir por seguir a Jesús. Lo que significa “morir a sí mismo.” Cristo nos hace un llamado a una entrega absoluta.
Él nos va guiando por este mundo a través del sufrimiento y del dolor. "Su gracia es mayor si las cargas aumentan, Su fuerza es mayor si la prueba es más cruel. Si grande es la lucha, mayor es su gracia. Si más son las penas, mayor es su amor".
Nuestro verdadero compromiso con Él se pone de manifiesto durante las pruebas más duras de la vida.
Es en el dolor más terrible cuando las almas
se enfadan o se rinden a Dios.
Jesús nos aseguró que las pruebas vendrían a sus seguidores (Juan 16:33). Ser discípulo de Cristo siempre exige un alto costo, y Jesucristo nunca nos lo ocultó.
Hay muchos que para seguir en pos de Jesús han tenido que afrontar la pérdida de muchas cosas. Hay personas, incluso en este mundo actual, que pierden sus vidas por mantener su fe en Jesucristo.
Hay países de Asia, África y algunos del medio oriente donde esta realidad es noticia de todos los días, y hay creyentes genuinos que están dando su vida por Cristo, hoy mismo. Ellos han aprendido literalmente a tomar su cruz cada día y a negarse a sí mismos, por la persona de Cristo.
¿Estoy decidido a seguir a Jesús a pesar de mis problemas y sufrimientos?, ¿o estoy enfadado con Dios? ¿Estoy dispuesto a seguir a Jesús aunque pierda amigos, familia, reputación, trabajo o incluso la vida?
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