«Para que la grandeza de las revelaciones no me exaltara, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí». 2 Corintios 12: 7-8Saulo de Tarso, siendo perseguidor de cristianos, recibió el llamado de Dios, y sin resistencia aceptó seguir a Cristo hasta el final de su vida. Esa luz que lo iluminó desde el cielo, penetró su corazón y Saulo se convirtió en uno de los predicadores más grandes de la historia.Durante sus más de treinta años de ministerio, Pablo lidió con cierto problema de salud. En esa situación, le pidió varias veces a Dios que lo sanara, orando intensamente, pidiendo la intervención divina. Derramó su corazón en oración ferviente y le pidió a Dios que tuviera compasión de él. En cierta ocasión, Pablo expresó: «Me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca» (verso 7). Él entendió que Dios tenía un plan para él, para que se mantuviera humilde dando gloria al Altísimo, subyugando así su orgullo para que pudiera ver la gloria de Dios.Añadió: «Y me ha dicho: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”» (verso 9). La respuesta de Dios fue un rotundo no. Dios le dio gracia para soportar el sufrimiento, a pesar de tolerar toda su vida la molestia en su cuerpo. Pablo permaneció fiel a Dios, y no lo culpó por no haberlo sanado, sino que afirmó su fe en Cristo y decidió permanecer fiel hasta la muerte. Al final de su carrera dijo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida» (2 Timoteo 4:7-8).Si nuestro problema no es resuelto mediante la oración, no desistamos. Al orar, sepamos que Dios está allí sosteniendo nuestra mano y, según su voluntad, dando respuesta a nuestra oración. No siempre nos contestará como deseamos, pero responderá de alguna manera aunque no alcancemos a entenderlo, pues ha comprendido nuestra necesidad.
Nuestro objetivo como Iglesia es llevar a la gente a la fe en Jesús e integrarla en la familia de Dios. Y que nuestro carácter se parezca al de Cristo, glorificando a Dios y sirviendo en toda buena obra.
jueves, 8 de febrero de 2018
Una oración sin respuesta
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