Últimamente sobresale en las personas un egocentrismo increíble. La secularización favorece un ambiente cultural en donde el hombre cree ser el dueño absoluto de su propia vida y de todo lo que le rodea. Vive convenciéndose de que no necesita a Dios para lograr sus objetivos.
El hombre se cree el centro de todo lo que le rodea y su bienestar se convierte en la norma de su comportamiento. La filosofía que rige al hombre de hoy es: Si me hace sentir bien,... nada más me importa. La idea predominante en mucha gente de hoy es que en sus vidas mandan ellos, que ni a Dios ni a la iglesia les debe importar cómo deciden vivir. Con tristeza tenemos que reconocer que vivimos en una época, en que la historia bíblica del Dios que creó el universo es sustituida por el hombre que se cree el dueño y dios del mismo.
Pero hay que resaltar una verdad bíblica incuestionable, que es “La Supremacía de Cristo”. Cristo es primero en todo. Aunque el hombre ignore a Dios y se crea dueño del universo, nadie en este mundo está por encima de Cristo. Nadie lo supera.
Vamos a simplificar lo que el apóstol Pablo les escribe a los cristianos que están en Colosas, cuando les confirma la supremacía de Cristo sobre todas las cosas. No importa el conocimiento que el hombre logre alcanzar en el orden secular, pues Cristo sigue teniendo el primer lugar en todo.
“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles” (Colosenses 1:16a).
Pablo defiende su teología de la supremacía de Cristo argumentando que Jesucristo es el origen, agente, fin y sostén de toda la creación, junto con el Padre y el Espíritu Santo. Todo lo que existe fue creado por el trino Dios.
Es importante resaltar la preexistencia de Cristo antes de toda cosa creada. Él existió antes de la creación y está exaltado por encima de todo lo creado. Él pertenece a la eternidad. (Juan 1:3; 17:5).
Cuando Pablo utiliza el término primogénito no significa primero en el tiempo sino en importancia y rango, en el sentido de que Cristo tiene la preeminencia absoluta en todo (Colosenses 1:18). Cristo es el heredero de toda la creación y la gobierna como el Hijo eterno (Hebreos 1:2; Apocalipsis 5:1-7, 13). “Todo fue creado por medio de él y para él.” (Colosenses 1:16c).
Nuestra fe está puesta en el Dios trino, creador y sustentador de todo cuanto existe visible e invisible, todopoderoso, insuperable, pero que, a pesar de su grandeza y soberanía, se dignó en bendecirnos por medio de Jesucristo. “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” (2 Corintios 8:9).
2. PRIMERO EN LA RECONCILIACIÓN.
“Por medio de Cristo, Dios hizo que todo el universo volviera a estar en paz con él. Y esto lo hizo posible por medio de la muerte de su Hijo en la cruz.” (Colosenses 1:20 TLA).
Cuando el pecado entró en el mundo, el hombre se enemistó con Dios. Adoptó una actitud de hostilidad contra Dios. Por eso necesita ser reconciliado con Dios, lo cual significa restaurar la relación o norma correctas, o hacer la paz donde antes había enemistad.
Pablo deja bien claro que ningún otro es digno o capaz de reconciliar a los hombres con Dios, sino solo Jesucristo por medio de su sacrificio en la cruz del Calvario. “Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20).
Pablo le dice a la iglesia de Corinto: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.” (2 Corintios 5:18-19).
Precisamente el propósito fundamental de la muerte de Cristo en la cruz del Calvario fue hacer posible la reconciliación de las personas con Dios. Pero para que esto fuera posible fue necesario el pesebre. Fue preciso que el Hijo de Dios se encarnara en la persona de Jesús y llegar al mundo como el único instrumento de Dios para la reconciliación.
3. PRIMERO EN LA RESURRECCIÓN.
“Él dio comienzo a todo y fue el primero en resucitar de la muerte.” (Colosenses 1:18 PDT).
Su resurrección marca Su triunfo y la supremacía sobre la muerte para siempre. Jesús “fue declarado con poder de ser el Hijo de Dios por Su resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:4). Jesús fue el primero en ser resucitado para no morir nunca otra vez. Cristo es la primicia de la gran multitud redimida que participará de la gloria de su resurrección cuando Él venga a buscar a su iglesia. “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.” (1 Corintios 15:20).
Él resucitó de la muerte y su resurrección prueba su señorío sobre todo el mundo material. En su resurrección somos justificados para salvación al poner nuestra fe en el Cristo resucitado (Romanos 4:25), y su resurrección es el fundamento firme de nuestra esperanza viva, como lo dice el apóstol Pedro: “Nos hizo renacer para una esperanza viva mediante su resurrección de entre los muertos”. (1 Pedro 1:3).
Y esa es la esperanza bienaventurada que nos asiste que, si Cristo resucitó, nosotros también resucitaremos por medio de Él. “Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará juntamente con vosotros.” (2 Corintios 4:14).
La resurrección la hizo posible el pesebre y la cruz.
4. PRIMERO EN LA IGLESIA.
“y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia”. (Colosenses 1:18a).
Después que resucitó de la muerte, Cristo fue constituido cabeza suprema de Su Iglesia. “Dios ha puesto todas las cosas a sus pies (de Cristo) y lo hizo suprema cabeza de la iglesia. Y la iglesia, que es su cuerpo, está llena de Él, autor y dador de todo lo que existe.” (Efesios 1:22-23 NTBAD; Colosenses 1:18).
Así como un cuerpo es controlado desde el cerebro, Cristo controla cada parte de la Iglesia para darle vida y dirección. (Efesios 4:15; 5:23). Sus miembros están sujetos a Él, viven por Él, le sirven a Él y trabajan para Él, y Él le da vida a la iglesia, dones y ministerios para que continúe su obra en la tierra.
La imagen del cuerpo muestra la dependencia de la Iglesia de Cristo y la unidad interna que debe existir en la Iglesia, porque cada miembro se involucra con los demás a medida que van cumpliendo con la obra de Cristo en la tierra.
Como dice W. Barclay: “La Iglesia es literalmente las manos para hacer la obra de Cristo, los pies para ir con Él a todas partes y la voz para proclamar Su palabra.”
Cristo nació para liberar a los hombres de la esclavitud del pecado; nació para ser mediador entre Dios y los hombres; nació para traer paz y esperanza a los marginados del mundo, nació para traer consuelo a los afligidos, para establecer una iglesia que proclame su Nombre y su evangelio, para ser rey de reyes y Señor de señores. ¡Cómo no celebrar su nacimiento! Si Él es supremo en todo, merece toda honra, gloria y honor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario