Se ha hablado mucho acerca de los dones espirituales, habilidades dadas por Dios con las que nos equipa para servir de manera
efectiva. Sin embargo, muchas personas en la iglesia no entienden exactamente,
o no quieren aceptar lo que Él nos ha dado.
Los dones espirituales que tenemos han sido escogidos específicamente por Dios para cada uno de nosotros, para nuestro bien y para el bien de la Iglesia. El Señor quiere que todos sirvamos en su reino de algún modo, no solo porque hay mucho trabajo que hacer, sino además porque servir nos acerca más a Él. Para ello, Dios nos da todo lo que necesitamos; por tanto, tenemos la responsabilidad de descubrir nuestros dones espirituales, y luego cultivarlos para hacer uso de ellos con la ayuda del Espíritu Santo.
Los dones espirituales que tenemos han sido escogidos específicamente por Dios para cada uno de nosotros, para nuestro bien y para el bien de la Iglesia. El Señor quiere que todos sirvamos en su reino de algún modo, no solo porque hay mucho trabajo que hacer, sino además porque servir nos acerca más a Él. Para ello, Dios nos da todo lo que necesitamos; por tanto, tenemos la responsabilidad de descubrir nuestros dones espirituales, y luego cultivarlos para hacer uso de ellos con la ayuda del Espíritu Santo.
DESCUBRIMIENTO DE NUESTROS DONES ESPIRITUALES
Pablo dijo a los corintios: “En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que seáis ignorantes” (1 Corintios 12.1 LBLA). Dios no trata de escondernos los dones que tenemos. Por el contrario, quiere que sepamos cuáles son y cómo utilizarlos. La Biblia contiene varias listas de los diversos dones (Romanos 12.6-8; 1 Corintios 12.4-11, 28; Efesios 4.11, 12). Aunque difieren entre ellos, todos proceden de un mismo Espíritu (1 Corintios 12.4 -Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo). Para descubrir nuestros dones espirituales, debemos examinar cómo reaccionamos ante ciertas situaciones o necesidades. En vez de pensar en lo que deberíamos hacer o en cómo están sirviendo otras personas, debemos enfocarnos en lo que nos motiva. Por ejemplo, si tenemos pasión por estudiar la Palabra de Dios y compartir lo que hemos aprendido, es posible que tengamos el don de la enseñanza. Si nos gusta ayudar a los demás o demostrar compasión, eso puede indicar que tenemos el don de servicio o de misericordia.
Pablo dijo a los corintios: “En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que seáis ignorantes” (1 Corintios 12.1 LBLA). Dios no trata de escondernos los dones que tenemos. Por el contrario, quiere que sepamos cuáles son y cómo utilizarlos. La Biblia contiene varias listas de los diversos dones (Romanos 12.6-8; 1 Corintios 12.4-11, 28; Efesios 4.11, 12). Aunque difieren entre ellos, todos proceden de un mismo Espíritu (1 Corintios 12.4 -Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo). Para descubrir nuestros dones espirituales, debemos examinar cómo reaccionamos ante ciertas situaciones o necesidades. En vez de pensar en lo que deberíamos hacer o en cómo están sirviendo otras personas, debemos enfocarnos en lo que nos motiva. Por ejemplo, si tenemos pasión por estudiar la Palabra de Dios y compartir lo que hemos aprendido, es posible que tengamos el don de la enseñanza. Si nos gusta ayudar a los demás o demostrar compasión, eso puede indicar que tenemos el don de servicio o de misericordia.
EL DESARROLLO DE NUESTROS DONES ESPIRITUALES
Una vez que hayamos descubierto nuestros dones, debemos cultivarlos. Aunque recibimos los dones en el momento de la salvación, no vienen totalmente desarrollados. Por medio de la práctica aprendemos a usarlos. Es como el desarrollo de un talento; alguien puede tener una habilidad musical innata, pero si nunca recibe la instrucción de un maestro cualificado o hace el intento de tocar un instrumento, ese talento permanecerá en estado latente. De forma similar, puesto que los dones son habilidades divinas, no naturales, que hemos recibido de Dios, deben ser investidos de poder por el Espíritu Santo para ser efectivos. Los resultados del esfuerzo propio solo crean tensión, agotamiento y falta de fruto. Pero si andamos en obediencia y sometimiento al Espíritu, Él hace que nuestros esfuerzos tengan éxito.
Una vez que hayamos descubierto nuestros dones, debemos cultivarlos. Aunque recibimos los dones en el momento de la salvación, no vienen totalmente desarrollados. Por medio de la práctica aprendemos a usarlos. Es como el desarrollo de un talento; alguien puede tener una habilidad musical innata, pero si nunca recibe la instrucción de un maestro cualificado o hace el intento de tocar un instrumento, ese talento permanecerá en estado latente. De forma similar, puesto que los dones son habilidades divinas, no naturales, que hemos recibido de Dios, deben ser investidos de poder por el Espíritu Santo para ser efectivos. Los resultados del esfuerzo propio solo crean tensión, agotamiento y falta de fruto. Pero si andamos en obediencia y sometimiento al Espíritu, Él hace que nuestros esfuerzos tengan éxito.
Debemos recordar que los dones espirituales son concedidos y originados de
manera divina. No podemos usar de manera efectiva nuestros dones
espirituales solo con nuestras propias fuerzas.
El error que cometemos a menudo, es pensar que los dones espirituales
tienen que ver solo con acciones. En realidad, requieren primero
que permanezcamos en Cristo y andemos en el Espíritu. Debemos
estar dispuestos a decirle a Dios: “No interferiré en la manera en que estás
actuando en mí, ni en nada de lo que decidas. Quita de mí cualquier cosa que no
te agrade, y produce en mí todo lo que me esté haciendo falta”.
EL DESEMPEÑO DE NUESTROS DONES ESPIRITUALES
Después de que hayamos descubierto nuestros dones y comenzado a
desarrollarlos por medio de la instrucción, la práctica y el sometimiento al
Espíritu, estaremos preparados para utilizarlos al máximo. Pedro dice: “Cada
uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos
administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4.10). No
importa lo poco que tengamos para ofrecer pues Dios quiere voluntad, que
nos dispongamos a servir, y no nos daremos cuenta de nuestro potencial hasta
que actuemos. No debemos menospreciar lo que Dios puede hacer por medio de
nosotros.
Existe otro elemento esencial para el desempeño efectivo de nuestros dones.
Intercalado entre dos capítulos sobre los dones espirituales, Pablo habla de la
importancia del amor (1 Corintios 13.1-3). No importa qué grandes
sean los dones que tengamos o lo correctamente que los usemos, ya que si no
tenemos amor, esos dones son ineficaces y no nos benefician en absoluto. Si no
damos amor a las personas que servimos, todo nuestro trabajo será consumido por
el fuego en el juicio de Dios, como madera, heno y hojarasca (1
Corintios 3.12-15).
Los dones espirituales requieren primero que permanezcamos en
Cristo y andemos en el Espíritu.
Aunque esto parece ser un estándar cuasi-imposible de alcanzar, debemos recordar primero que los dones espirituales son concedidos y originados de manera divina. No
podemos fabricar el amor de Dios, como tampoco podemos utilizar de manera
efectiva nuestros dones espirituales con nuestras propias fuerzas. Pero si
andamos en el Espíritu, Cristo vive a través de nosotros.
LA VALORACIÓN DE LOS DONES ESPIRITUALES
Jesucristo es la plena expresión de todos los dones espirituales, porque
solo Él es el Dios-hombre que vivió una vida perfecta. Después de ascender al
Padre, confió a la Iglesia la tarea de llevar a cabo su Obra en la Tierra. Para
lograrlo, dio diversidad de dones espirituales a sus seguidores que son ahora
su cuerpo. Cristo es la cabeza, y Él es quien nos une para formar un cuerpo que
funcione bien, crezca y se edifique en amor (Efesios 4.15, 16). Cuando
todos funcionamos de acuerdo con los dones recibidos, nos convertimos en lo que
anhelamos ser —una iglesia neotestamentaria.
Pero no basta con descubrir, desarrollar y ejercer nuestros dones
espirituales; también hay que valorar los dones de otras personas (1
Corintios 12.18-21). Nadie tiene el panorama completo ni sabe todas las
respuestas. Nos necesitamos los unos a los otros para que nos señalemos
nuestros puntos débiles, nos enseñemos humildad y manejemos juntos los asuntos
que no podemos abordar solos. Dios usa nuestras diferencias para moldearnos a
imagen de Cristo, de modo que todos podamos demostrar el fruto del Espíritu.
Cada uno de nosotros tiene un valor y un trabajo específico que hacer en la iglesia. Por
tanto, seamos buenos administradores de nuestros dones en el poder y el amor
del Espíritu, y un día escucharemos la alabanza del Señor: “Hiciste
bien, siervo bueno y fiel” (Mateo 25.21 NVI).
No hay comentarios:
Publicar un comentario