Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
(Efesios 6:12)
¿Habrá una batalla campal?
¿Se lo ha preguntado alguna vez? ¿Estarán Dios y el diablo en una batalla campal? Puede que sea verdad, y que en medio de ella hay muchos cristianos en cualquier parte del mundo, que podrían ser los soldados rasos de este combate mortal.
¿Querrá Satanás azotar a un cristiano de tal forma que pueda llevar su alma?, o ¿será que Dios asegura que aquellos a quienes Su Gracia ha conquistado, no serán jamás conmovidos por la peor tempestad?
Recordemos algo sobre la historia bíblica de Job; también Abraham, enviado a tierra desconocida; Daniel en un foso de leones; José vendido a Egipto. ¡Ah!, y Moisés cuarenta años en un desierto huyendo por un asesinato, Juan el Bautista decapitado, y Esteban apedreado. Son solo algunos ejemplos de cristianos sufridos.
A veces observamos que a ciertos hombres y mujeres de fe les tocaron grandes tormentas en su peregrinar por esta vida; y lo más dramático de la historia es que, en ellas, nos parece como si Jesús estuviera dormido.
Pero en la vida solemos afrontar situaciones muy difíciles y no tenemos la menor duda de que Dios permite nuestro batallar contra las huestes del mal. (2da de Corintios 4:17).
A muchos cristianos sencillos, de a pie, a cada rato les toca una buena tempestad.
¿Estará Jesús dormido, o quizá estará ausente en medio de nuestra batalla campal?
Sus discípulos, por Dios mismo escogidos, sintieron una desesperación tan crucial en medio de la tempestad que les parecía que morirían.
Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: !Señor, sálvanos, que perecemos!(Mateo 8:25).
Sus discípulos, por Dios mismo escogidos, sintieron una desesperación tan crucial en medio de la tempestad que les parecía que morirían.
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