Jehová se me manifestó hace ya mucho tiempo, diciendo: “Con amor eterno te he amado; por eso, te prolongué mi misericordia. Jeremías 31;3
Una mañana, mi
hija exclamó al levantarse: ¡Imposible no quererte! Entonces, me mostró su
camiseta. En la parte frontal, estaba esta frase: Imposible no quererte. La abracé
con fuerza y ella sonrió, llena de alegría. ¡A ti es imposible no quererte!,
le dije. Se alejó dando saltitos, repitiendo esa frase una y otra vez.
Estoy lejos de ser un padre perfecto, pero ese momento sí fue perfecto. Pude
vislumbrar en el rostro radiante de mi niña lo que es recibir amor
incondicional: fue un retrato del deleite.¿Cuántos de nosotros sabemos en nuestro corazón que hay un Padre que nos ama de manera ilimitada? A veces, muchas, nos cuesta entender esta verdad. A los israelitas también les resultaba difícil. Se preguntaban si sus pruebas significaban que Dios ya no los amaba.
Pero en Jeremías 31:3, el profeta les recuerda lo que Dios había dicho en el pasado: «Con amor eterno te he amado». Nosotros también anhelamos un amor así de incondicional. Sin embargo, las heridas, las desilusiones y los errores que experimentamos pueden hacernos sentir que es imposible que nos quieran. No obstante, Dios abre sus brazos, los brazos de un Padre perfecto, y nos invita a experimentar su amor y descansar en Él.
Señor, ayúdanos a recibir el regalo transformador de tu amor eterno.
Nadie nos ama como nuestro Padre.
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