lunes, 15 de enero de 2018

Nadie como Dios

«Ante él tiemblan los montes, y los collados se derriten. La tierra se conmueve en su presencia, el mundo y todos los que en él habitan». Nahúm 1: 5.
Resultado de imagen de Nadie como DiosEs temprano. Te despiertas dispuesto a iniciar las actividades de un nuevo día, pero sientes el sabor amargo de la impotencia ante una montaña de dificultades. Crees que no tienes fuerzas; estás cansado de luchar, y el miedo empieza a apoderarse de tu corazón. ¿Qué hacer? Lee de nuevo el versículo anterior. Te habla de un Dios Todopoderoso, en cuya presencia los montes tiemblan y los collados se derriten. 
El profeta Nahúm exalta el poder de Dios. En ocasiones, para entender por experiencia propia lo que significa el poder de Dios, se hace preciso llegar al extremo de la incapacidad humana. Hay personas que dicen que antes eran ateas, hasta que un día, en un momento de desesperación, sin saber qué hacer, cuando todos los recursos humanos habían fallado, no les quedó otra alternativa que reconocer el poder de Dios.
Y lo maravilloso es que Dios no echa en cara la incredulidad pasada. No dice: no te acordaste de mí cuando todo te había fallado». Él simplemente abre los brazos y te recibe, dispuesto a darte una nueva página de inicio. La Reina Victoria estaba celebrando los sesenta años del trono monárquico en Inglaterra, cuando Rudyard Kipling (escritor y poeta británico) publicó su poema denominado «Himno de clausura». Muchos ingleses se sintieron ofendidos porque el poema agredía al orgullo nacional en una época en que el Imperio estaba en pleno auge. «Himno de clausura» es un poema que hace referencia al peligro de confiar demasiado en sí mismo; y menciona que otros imperios del pasado cayeron por causa del orgullo nacional. Kipling no estaba equivocado: muchas naciones en el pasado pensaron que Dios no podría hacer nada en contra de ellas. ¿Dónde están hoy? Solo quedan sus ruinas.
Sí, los montes y los collados desaparecen ante la presencia de Dios. ¿Qué será, entonces, del ser humano mortal? La única garantía de victoria y de permanencia es Jesús, y la mejor decisión que alguien puede tomar es seguirlo. Aquel que está en Cristo, aunque esté muerto, vivirá. Deposita toda tu confianza en Él. No importa cuántos soldados formen parte del ejército enemigo que tienes que enfrentar hoy; no importa cuán sofisticadas sean sus armas: tu seguridad está en el Dios de los ejércitos de Israel. Sal sin miedo, porque «ante Él tiemblan los montes, y los collados se derriten. La tierra se conmueve en su presencia, el mundo y todos los que en él habitan».

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