lunes, 29 de mayo de 2017

El buen Alfarero

ISAÍAS 64:8 “Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros somos el barro, tú nuestro alfarero; ¡todos fuimos hechos por ti mismo!”
En Inglaterra había una pareja, entre muchas, a la que gustaba visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres.  Al entrar en una de ellas se quedaron prendados de una hermosa tacita. –“¿Me permite ver esa taza?”-, preguntó la señora.  –“¡Nunca he visto nada tan fino!”-.
En las manos de la señora, la taza comenzó a contar su historia:
-“Debe saber que yo no siempre he sido la taza que usted está sosteniendo. Hace mucho tiempo era solo un poco de barro, pero un artesano me cogió entre sus manos y me fue dando forma. Llegó un momento en que me desesperé y le grité: -¡Por favor, déjeme ya en paz!-. Pero él solo me sonrió y me dijo: -Aguanta un poco más, aún no llegó el momento-.
Después me puso en un horno. Nunca había sentido tanto calor. Toqué a la puerta del horno y a través de la ventanilla, pude leer sus labios que me decían: -Aguanta un poco más, todavía no es tiempo-.
Cuando por fin abrió la puerta, mi artesano me puso en un estante. Pero, apenas me había refrescado, me comenzó a raspar, a lijar. No sé cómo no acabó conmigo. Me daba vueltas, me miraba de arriba a abajo... Por último me aplicó meticulosamente varias pinturas. Sentía que me ahogaba. –Por favor, déjame en paz-, le gritaba a mi artesano; pero él solo me decía: -Aguanta un poco más, todavía no es tiempo-.
Al fin, cuando pensé que había terminado aquello, me metió en otro horno, mucho más caliente que el primero. Ahora sí, pensé, que terminaba con mi vida. Le rogué y le imploré a mi artesano que me respetara, que me sacara, que si se había vuelto loco.... Grité, lloré; pero mi artesano sólo me decía: -Aguanta un poco más, todavía no es tiempo-.
Me pregunté entonces si había esperanza, si lograría sobrevivir a aquellos tratos y abandonos, pero por alguna razón aguanté todo aquello. Fue entonces cuando se abrió la puerta, mi artesano me tomó cariñosamente y me llevó a un lugar muy diferente.
Era un lugar precioso. Allí todas las tazas eran maravillosas, verdaderas obras de arte que resplandecían como solo se ve en los sueños. No pasó mucho tiempo cuando descubrí que estaba en una fina tienda y ante mí había un espejo. Una de esas maravillas era yo. ¡No podía creerlo! ¡Ésa no podía ser yo!
Mi artesano, entonces, me dijo: -Yo sé que sufriste al ser moldeada por mis manos, pero mira tu hermosa figura. Sé que pasaste terribles calores, pero ahora observa tu sólida consistencia; sé que sufriste con las raspaduras y pulidas, pero mira ahora la finura de tu presencia. Y la pintura te provocaba nauseas, pero contempla ahora tu hermosura. Y, ¿si te hubiera dejado como estabas?-.
-Ahora eres una obra terminada. Lo que imaginé cuando te comencé a formar. Tú eres una tacita en las manos del mejor alfarero-: DIOS.
Confíate en Sus amorosas manos aunque muchas veces no comprendas por qué permite tu sufrimiento.
Gracias Señor por las muestras de tu amor. Por todo lo que has hecho y harás. Pido una bendición especial para mis padres y hermanos(as), para mi familia, mis amigos(as), mi trabajo, y para mi país. Por Cristo Jesús, amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario