Pero gracias a Dios, que nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y que por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. 2 Corintios 2;14
La escritora Rita Snowden cuenta que, una tarde,
sentada en el exterior de un café en Dover, Inglaterra, mientras disfrutaba una taza de
té, sintió un aroma delicioso. Rita le preguntó al camarero de dónde venía, y éste
respondió que era la gente que pasaba. La mayoría de los pueblerinos trabajaban
en una fábrica cercana de perfume, y cuando regresaban a su casa, llevaban por la
calle la fragancia que les impregnaba la ropa.
¡Qué hermosa imagen de la vida cristiana! Como dice
el apóstol Pablo, somos el grato olor de Cristo, y llevamos su fragancia a todas
partes (2 Corintios 2:15). Pablo usa la imagen de un rey que regresa de la
batalla emanando el aroma celebrador del incienso por el aire, para declarar su
grandeza (verso 16).
Según Pablo, esparcimos el aroma de Cristo de dos
maneras. Primero, a través de nuestras palabras, cuando hablamos sobre nuestro
hermoso Señor. Segundo, con nuestra vida, al hacer obras de sacrificio como el
de Cristo (Efesios 5:1-2). Aunque no todos aprecien la fragancia divina que
emanamos, será como una esencia de vida para muchos.
Snowden captó un aroma y quiso conocer su fuente.
Cuando seguimos a Jesús, nosotros también quedamos impregnados de su fragancia,
y llevamos su aroma a las calles a través de nuestras palabras y obras.
Señor, que
podamos llevar y comunicar tu belleza a los demás.
Somos el
aroma de Cristo para los demás.
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