domingo, 23 de abril de 2017

¿Dónde está Dios?

Sally saltó del asiento donde se encontraba cuando vio salir al cirujano. Llevaba quién sabe cuántas horas de amarga angustia esperando noticias acerca de su pequeño, al que había llevado a aquel hospital gravemente enfermo.
-¿Cómo está mi pequeño? ¿Va a ponerse bien? ¿Cuándo lo podre ver?
– Lo siento, hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance.
Dios, cielo– ¿Por qué a los niños les da cáncer? ¿Acaso Dios ya no se preocupa por ellos? Dios, ¿dónde estabas cuando mi hijo te necesitaba?
– Una de las enfermeras saldrá en un momento para dejarle pasar unos minutos con los restos de su hijo antes de que sean llevados a la Universidad.
“Sally pidió a la enfermera que la acompañara mientras se despedía de su hijo. Recorrió con su mano su cabello rojizo. La enfermera le preguntó si querría conservar uno de los rizos. Sally asintió. Cortó el rizo, lo colocó en una bolsita de plástico y se la entregó”.
Sally, mirando tiernamente a la enfermera, comentó:
– Fue idea de Jimmy donar su cuerpo a la Universidad para ser estudiado. Dijo que podría ayudar a alguien más. Es lo que deseaba. Al principio me negué, pero me dijo: ¡Mami, no lo usaré después de que muera, y tal vez ayudará a que un niñito disfrute un día más junto a su mamá. Mi Jimmy tenía un corazón de oro, siempre pensaba en los demás y deseaba ayudarlos como pudiera.
Salió del Hospital Infantil por última vez, después de haber permanecido allí la mayor parte de los últimos 6 meses, y colocó la maleta con las pertenencias de Jimmy en el asiento del coche, junto a ella. Fue difícil conducir de regreso a casa, y más difícil aún entrar a una casa vacía.
Llevó la maleta a la habitación de Jimmy, colocó los coches miniatura y sus demás cosas justo como él siempre las tenía. Se acostó en la cama y lloró hasta quedarse dormida, abrazando la pequeña almohada de Jimmy.
Despertó cerca de la medianoche, y junto a ella había una hoja de papel doblada. Tomó el papel en sus manos y comenzó a leer:
-Querida mami: Sé que vas a echarme de menos, pero no pienses que te he olvidado o he dejado de amarte solo porque ya no estoy ahí para decirte “te amo”.
Pensaré en ti cada día, mamita, y cada día te amaré aún más. Algún día nos volveremos a ver. Si deseas adoptar a un niño para que no estés tan solita, podrá estar en mi habitación y podrá jugar con todas mis cosas.
Y si decides que sea una niña, probablemente no le gustarán las mismas cosas que a los niños, y tendrás que comprarle muñecas y cosas de ésas.
No te pongas triste cuando pienses en mí; este lugar es grandioso. Los abuelos vinieron a recibirme cuando llegué y me han mostrado algo de aquí, pero llevará tiempo verlo todo. Los ángeles son muy amistosos y me encanta verlos volar.
Jesús no se parece a todas las imágenes que vi de Él, pero lo reconocí tan pronto lo vi. Me llevó a ver a Dios, ¿Y qué crees? Me senté en su regazo y le hablé como si yo fuera alguien importante.
Le dije a Dios que quería escribirte una carta para despedirme, aunque sabía que no estaba permitido. Dios me dio papel y su pluma personal para escribirte esta carta. Creo que se llama Gabriel el ángel que te la dejó caer.
Dios me pidió que te respondiera a tu pregunta: “¿Donde estaba Él cuando yo lo necesitaba?” Dios dijo: ¡En el mismo lugar que estaba cuando Jesús, su hijo, estaba en la cruz! Estaba justo ahí, como lo está con todos sus hijos que lo necesitan.
Esta noche estaré a la mesa con Jesús para la cena. Sé que la comida será fabulosa.
Casi olvido decírtelo. Ya no tengo ningún dolor; el cáncer se ha ido. Me alegra, pues ya no podía resistir tanto dolor y Dios no podía resistir verme sufrir de ese modo, así que envió al ángel de la Misericordia para llevarme. El ángel me dijo que yo era una “Entrega Especial”.

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