viernes, 6 de enero de 2017

Viviendo en Comunion con Dios

Hace varios años un médico le preguntó a una anciana cristiana: -Si yo le pidiera dinero a Dios, ¿me lo daría?
La anciana le respondió con otra pregunta: -Si a usted le presentaran al presidente de la nación, ¿se animaría a pedirle dinero de inmediato?
-No, esperaría a conocerlo mejor, contestó el médico.
-Bueno, concluyó la mujer, pues tendrá usted que conocer a Dios mucho mejor antes de esperar que Él conteste su oración.
Una vez escuché el siguiente comentario en cuanto a este incidente: “Muchas personas son presumidas, y le piden cosas a Dios sin ser sus amigos sino simples conocidos.” Es muy cierto.
La oración ilustra a dos amigos conversando, y la Biblia es el turno de Dios para hablar. Leyendo las Escrituras, a menudo parece que estamos susurrando una oración. Cuando oramos, la Palabra de Dios viene a nuestra mente, y al escuchar Su Palabra, nuestra alma parece inclinarse en adoración.
En la Biblia Dios nos habla a nosotros. En la oración nosotros le hablamos a Dios. La lectura de la Biblia y la oración son como hilos trenzados que forman el cordón de la íntima comunión entre Dios y nosotros.
Es aconsejable leer las grandes oraciones de Moisés, Nehemías, Esdras y Daniel. En sus peticiones ellos le hablaron a Dios con las mismas palabras de Dios, según se hallan en la Escritura. Este es el idioma de la oración que Dios se deleita en contestar. Cuando ore, permita que Dios traiga Escrituras a su mente. Y luego use esas palabras para hablarle a Dios.
Antes de pasar tiempo leyendo y estudiando la Biblia cada día, pida a Dios que su corazón sea sensible a Su Palabra. Martín Lutero dijo: “Haber orado bien es haber estudiado bien.” No podemos tener lo uno sin lo otro.
Jorge Müller, poeta y teólogo alemán, conversaba con Dios como lo han hecho muy pocos hombres en la historia. A través de Müller, Dios cuidó a millares de huérfanos, y a pesar de las tremendas responsabilidades financieras que tenía, Müller nunca habló a otras personas sobre sus necesidades. Las presiones económicas extremas solo lo motivaban a pasar más tiempo en íntima conversación con Dios.
Considere lo que dijo Müller acerca de sus momentos a solas con Dios: “Comienzo a meditar en el Nuevo Testamento temprano por la mañana… Invariablemente, encuentro que, después de algunos minutos de meditación, mi alma es guiada a confesión, a acción de gracias, a intercesión o a peticiones. De manera que aunque no podría decir que me había puesto a orar, sino que ya estoy meditando, de forma casi inmediata y sin premeditación, la meditación se convierte en oración.”
Cuando la Palabra de Dios hablaba al corazón de su siervo Müller, él naturalmente respondía a Dios en oración. Disfrutaba de íntimas conversaciones con su Señor.
La comunicación es la clave de cualquier relación. Nuestra relación con Dios solo puede crecer cuando en oración comunicamos a Dios nuestra adoración, confesión, peticiones, intercesión y acción de gracias, y cuando escuchamos su voz a través del estudio diario de la Biblia.
¿Conoce usted a Dios?, ¿cuánto? ¿Cuán íntima es su relación con El? Müller podía dirigirse a Dios como a un gran amigo y pedirle por sus necesidades, sabiendo que de alguna manera Dios las supliría. ¿Podría usted hacer lo mismo, o acaso no es amigo de Dios sino solo un conocido todavía?
Hágase amigo de Dios y pase tiempo departiendo con Él en oración. Es una experiencia verdaderamente emocionante. ¿Por qué no lo intenta?

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