martes, 21 de noviembre de 2017

En medio del dolor

Visitando a una gran mujer de 67 años que tiene cáncer de pulmón y había sufrido hace poco una operación quirúrgica para intentar extirpar su tumor, cuando le tomé la mano, me contó cómo había sido la operación y los cuidados que había tenido que tener mientras estaba en el postoperatorio. Se la notaba muy cansada y dolorida, pero con ganas de conversar como hacía siempre.
Entre otras cosas, impresionaba ver como sus ojos se llenaban de lágrimas cuando recordaba el período de la radioterapia, porque hacía rememorar a quienes estaban viviendo el mismo proceso que ella. Contó acerca de una joven de 25 años que tenía un hijito, recordó a mujeres de 30, 40 y hasta 50 años que no podían ni siquiera levantarse al baño. Incluso recordó a una mujer que agonizó toda la noche falleciendo a la mañana siguiente. Si impresionantes fueron estas historias, más aún lo fueron las palabras que siguieron a continuación de su relato: “al menos yo he vivido mucho más”.
En medio del dolor físico y de lo angustioso que puede llegar a ser un cáncer, esta mujer es capaz de ver más allá de su propio cáncer y recordar las historias de dolor y pérdida de otras personas. Su hija me comentaba que cuando estaba recién operada la encontró un día en el baño, secándole el pelo a otra mujer hospitalizada que lo único que quería era arreglarse para las visitas que vendrían.
Existe un concepto que me gusta mucho que es el de “alteridad”, que proviene del latín altertas, y es asumir la condición de ser otro. El vocablo alter hace referencia al “otro” desde la perspectiva del “yo”. El concepto de alteridad se utiliza en sentido filosófico para referirse al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”. Si la definición no es fácil de comprender, mucho menos lo es su aplicación. Sin embargo, puede que a través de la vida de esta gran mujer podamos aproximarnos un poco más. En medio de su propio cáncer fue capaz de conectarse con el mundo de otras enfermas de cáncer como ella y así evitar el (totalmente válido) auto-compadecimiento.

Conozco a alguien más como ella. Su nombre es Jesús, y cuando estuvo colgado en una cruz de madera no pensó en su dolor físico. Pensó en cómo evitar el dolor tuyo y mío y en cómo ayudarnos a que tuviéramos una vida libre y feliz. Sabía que tú y yo viviríamos vidas distintas y para asegurarse de que, al menos, el final de nuestras vidas fuera igual, no vio las cosas desde Su propio punto de vista, sino del nuestro.

Si existieran más personas como Jesús, y si existieran más personas como esta mujer, el mundo sería muy distinto a lo que es. Me gustaría parecerme un poco más a ellos, no dejar que mi dolor nuble mi vista y ser capaz de entender el mundo doloroso de otras personas, lejanas o cercanas, pero personas con vidas distintas. ¿Y a ti? ¿Te gustaría? ¿Lo intentamos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario