lunes, 6 de noviembre de 2017

El cierre del tiempo de gracia

«En los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas». Apocalipsis 10: 7
Resultado de imagen de El cierre del tiempo de graciaA todos los que quieran dominar las malas inclinaciones que tratan de controlarlos les espera una ardua lucha. La obra de preparación es individual, no nos salvamos en grupos. La pureza y la devoción de uno no suplirá la falta de estas cualidades en otro. Si bien todas las naciones deben pasar en juicio ante Dios, Él examinará el caso de cada individuo de un modo tan rígido y minucioso como si no hubiese otro ser en la tierra. Cada uno tiene que ser probado y encontrado sin mancha, arruga, ni cosa semejante.
Solemnes son las escenas relacionadas con la obra final de la expiación. Incalculables son los intereses que ésta envuelve. El juicio se lleva ahora adelante en el santuario celestial. Esta obra se viene realizando desde hace muchos años. Pronto, nadie sabe cuándo, les tocará ser juzgados a los vivos. En la augusta presencia de Dios nuestras vidas deben ser pasadas en revista. En éste tiempo, más que en cualquier otro, conviene que toda alma preste atención a la amonestación del Señor: ¡alerta! iVigilen! Porque ustedes no saben cuándo llegará ese momento» (Marcos 13: 33, NVI). «Si no te mantienes despierto, cuando menos lo esperes caeré sobre ti como un ladrón» (Apocalipsis 3: 3, NVI).
Cuando quede concluida la obra del juicio investigador, quedará también decidida la suerte de todos para vida o para muerte. El tiempo de gracia terminará poco antes de que el Señor aparezca en las nubes del cielo. Al mirar hacia ese tiempo, Cristo declara en el Apocalipsis: «El que es injusto, sea injusto todavía; el que es impuro, sea impuro todavía; el que es justo, practique la justicia todavía, y el que es santo, santifíquese más todavía. ¡Vengo pronto!, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra» (Apocalipsis 22: 11-12).
Los justos y los impíos continuarán viviendo en la tierra en su estado mortal, los hombres seguirán plantando y edificando, comiendo y bebiendo, inconscientes todos ellos de que la decisión final e irrevocable ya ha sido pronunciada en el santuario celestial. Antes del diluvio, después que Noé hubo entrado en el arca, Dios lo encerró en ella, dejando fuera a los impíos; pero por espacio de siete días el pueblo, no sabiendo que su suerte estaba decidida, continuó en su indiferente búsqueda de placeres y se mofó de las advertencias del juicio que lo amenazaba. «Así, dice el Salvador, será también la venida del Hijo del hombre» (Mateo 24:39).

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