«Me encuentro en la necesidad de escribirles para rogarles que luchen ardientemente por la fe que una vez fue dada a los santos». Judas 1; 3
La criminalidad en todas sus formas está aumentando por todas partes. «Dios observó toda la corrupción que había en el mundo, porque todos en la tierra eran corruptos» (Génesis 6: 12; Mateo 24: 36-38; Lucas 17: 26-27). Así que los planes eternos de Dios están por cumplirse, y el fin de todas las cosas está cerca. Ahora es el momento de que los que poseen un conocimiento de la verdad de Dios debieran alistarse bajo el ensangrentado estandarte del Príncipe Emanuel. Es preciso que los siervos de Cristo se alcen como defensores de la fe dada a los santos, y den a conocer al mundo qué significa la perseverancia de guardar «los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» (Apocalipsis 14: 12).
Debieran permitir que su luz brille claramente, derramando poderosos rayos sobre la senda de los que caminan en la oscuridad. Los soldados de Cristo tienen que defender la verdad hombro con hombro, ser leales a ella, vindicando la ley de Dios. Los que se apartan de los claros preceptos divinos, estarán de parte del error, y se alistarán contra los soldados de Cristo. Por su forma de proceder, oponiéndose a la verdad de Dios y obligando a la conciencia a practicar el error mediante medidas opresivas, manifestarán quién es su jefe.
Ahora es el momento de ponerse decididamente de parte de la verdad; y como el Señor ha dado a cada uno su medida de influencia, es responsabilidad de cada uno ejercerla para gloria de Dios y para bien de sus semejantes. Ninguno de los mayordomos de Cristo deberá permanecer ocioso en un tiempo como el actual; ninguno se contentará simplemente con vivir para sí mismo. Los que están en comunión con Cristo se darán cuenta de que hay almas a cada paso, que pueden beneficiarse mediante su ayuda, su ejemplo y su influencia.
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