“Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios” (Romanos 8:14).
Algunos de nosotros hemos vivido una experiencia que ilustra cómo el Espíritu Santo guía a los hijos de Dios. Este es el caso de una hermana en la fe que escribe sobre el viaje a Kenya que está a punto de hacer. Este episodio acaba de pasarle.
Para poder salir en su viaje misionero a Kenya, Elizabeth necesitaba varias cosas, sobre todo, a una chica para vivir en su piso para ayudar con los gastos, una persona para reemplazarla como profesora en la academia donde actualmente da clases de inglés, y más apoyo económico. Creyendo que el Señor le había indicado que quería que fuese en abril, sacó el visado y se puso las vacunas, y esto lo hizo por fe, creyendo que el Señor supliría el resto. Oraba y ponía anuncios en varios sitios de que alquilaba una habitación. Y a la vez buscaba una profesora de inglés para ocupar su lugar. Encontró una chica que podía hacer las dos cosas, pero le faltaban ciertos requisitos para poder dar inglés. Se apuntó a un cursillo intensivo sin saber si le iban a dar el puesto de trabajo. Entonces Elizabet se fue a hablar con la directora de la academia para decirle que quería ir a Kenya y que había encontrado una chica para tomar su lugar. La directora no estaba muy convencida. Sin su beneplácito, el plan no podía funcionar.
Elizabet quedó perpleja. ¿El Señor no le había dirigido a ir a Kenya? ¿Qué estaba pasando? Volvió a su casa y buscó a Dios en oración. ¿Qué había hecho mal? El Espíritu Santo le habló por un versículo en Lucas que decía más o menos que el que se humilla será prosperado, pero no se acordaba dónde estaba. (Lucas 14:11). ¡Abrió su Biblia en la página! Comprendió que ella no era quién para decir a la directora cómo tenía que organizar su academia y que tenía que humillarse delante de ella por cómo había enfocado el asunto. Le escribió un correo electrónico pidiendo disculpas, diciendo que, como había dado su palabra de que trabajaría hasta el verano, si su baja iba a causar complicaciones para la academia, no iría. Confió en Dios y puso su viaje en manos de la directora. La directora cambió de actitud, pidió una entrevista con la otra profesora ¡y le ofreció el trabajo!
¡El día siguiente recibió un donativo inesperado que cubre gran parte de sus gastos! Ahora está ultimando los detalles para prepararse para salir. En el último momento todo se puso en su sito. Dijo que tendrá que acostumbrarse a que Dios muchas veces obra así. Nosotros tenemos que ir haciendo los preparativos como si todo estuviese ya concretado, y Dios obrará. Al leer este testimonio, tal vez alguien pregunte: ¿Cómo se sabe que no son planes descabellados nuestros, o que realmente estamos siendo guiados por el Espíritu Santo? ¡Se sabe por el resultado!
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