miércoles, 16 de agosto de 2017

La ley y el creyente (Gálatas 3;25)

Muchos han interpretado el comentario de Pablo en Gálatas 3:25 como un abandono total de la Ley, lo cual es ilógico por los comentarios positivos de Pablo acerca de la Ley en otras partes de la Biblia.
Entonces, ¿él qué quiere decir? Primero, ya no estamos bajo la condenación de la Ley (Romanos 8:3). Estamos en Cristo y gozamos del privilegio de estar bajo la gracia (Romanos 6:14). Esto nos da la libertad de servir a Cristo de todo corazón, sin temor a ser condenados por errores que podamos cometer en el proceso.
Resultado de imagen de La ley y el creyenteÉsta es la verdadera libertad que da el evangelio, lo cual es distinto a no tener ya que obedecer la Ley, que es lo que algunas personas pretenden que es la “libertad” en Cristo. Pues la desobediencia a la Ley es pecado, y el pecado es cualquier cosa que no sea libertad (Juan 8:34).
En Romanos 8:1 al 3 vemos:
 ¿Qué significa no estar ya condenados por la Ley? ¿Cómo debería impactar esta maravillosa verdad en la forma en que vivimos? Como resultado de ser perdonados por medio de Cristo, nuestra relación con la Ley ahora es diferente.
Estamos llamados a vivir una vida que le agrade (1 Tesalonicenses 4:1); Pablo se refiere a esto como andar en el Espíritu (Gálatas 5:18). Esto no significa que la Ley moral ya no es aplicable: ése nunca fue el problema. ¿Cómo podría serlo cuando vemos claramente que la Ley define el pecado? Por cuanto la Ley es una transcripción del carácter de Dios, al obedecer la Ley reflejamos su carácter.
Pero, es más, no seguimos solo un conjunto de reglas sino el ejemplo de Jesús, quien hace por nosotros lo que la ley misma no puede hacer: él escribe la Ley en nuestros corazones (Hebreos 8:10) y hace posible que las demandas de la Ley sean cumplidas en nosotros (Romanos 8:4).
Es decir, por medio de nuestra relación con Jesús, tenemos el poder de obedecer la Ley como nunca antes.

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