miércoles, 26 de julio de 2017

La Salud del Alma

Isaías 1:2-6  Oíd, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla Jehová: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana,  sino herida,  hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas ni suavizadas con aceite.
Aquí hay una comparación tomada de un cuerpo doliente y enfermo. La enfermedad amenaza ser mortal. Desde la planta de los pies a la cabeza; desde el campesino más bajo al mayor de los nobles, no hay salud, ni buen principio, ni religión, porque esta es la salud del alma. Nada sino culpa y corrupción; los tristes efectos de la caída de Adán. Este pasaje declara la depravación total de la naturaleza humana. Mientras el pecado persista sin arrepentimiento, nada se hace para sanar tales heridas y evitar sus efectos fatales.
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Jerusalén estaba expuesta y desprotegida, como las chozas o refugios edificados para guardar fruta madura. Esto aun se ve en el Oriente, donde la fruta constituye gran parte de la comida estival de la gente.
Pero el Señor tenía un pequeño remanente de siervos piadosos en Jerusalén. Por la misericordia de Jehová nosotros no somos consumidos. La naturaleza mala está en cada uno de nosotros; solo Jesús y su Espíritu santificador pueden restaurarnos a la salud espiritual.
Qué tristeza. Jehová está diciendo por medio de su gran profeta Isaías (alrededor del 700 al 690 a.C.), que su pueblo ha pecado, dice: “Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento”; dice que mejor los animales entienden, y pone como ejemplo al buey y al asno. Qué tristeza para Dios, después de haber “criado hijos y engrandecerlos se rebelaron contra su Criador”
Este pasaje es muy importante de analizarlo, porque todos estamos en igual condición en nuestro tiempo. Todos nos hemos desviado, todos estamos enfermos, todos buscamos continuamente el mal, y no hay nada bueno en nosotros, “sino herida, hinchazón y podrida llaga”.
Pero Dios, que es un Dios de amor le dice a su pueblo lo que tenía que hacer:
Isaías 1:16-18 “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
Pero aun más, nos da una promesa, una de las más bellas promesas de toda la Biblia, el nacimiento virginal del Mesías: Isaías 7:14
Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.
Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno,  Príncipe de Paz. (Isaías 9:1,2,6).
Dios nos promete por medio de Isaías el nacimiento virginal de nuestro Salvador, de nuestro bello Señor Jesucristo, y los nombres con los que iba a ser llamado por su gran obra en la tierra. Isaías es el profeta más citado en el Nuevo Testamento
Otras citas mesiánicas de Isaías (11:1,2; 35:5,6; 42:1-3; 50:4-6; 52:13-15; 53:2,10-12,15; 61:1,2).
Isaías 2:2-3  Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová.
Lo postrero de los tiempos — es decir, los tiempos del Mesías, especialmente los tiempos por venir, a los cuales se encamina la profecía, cuando “la casa del Dios de Jacob”, a saber, Jerusalén, será el centro al cual las naciones convertidas acudirán en tropel (Mateo 13:32; Lucas 2:31-32; Hechos 1:6-7); donde “el reino” de Israel se considera como establecido, y únicamente el tiempo se mira como incierto (Salmos 68:15-16; Sal_72:8, Sal_72:11). 
Este estudio nos muestra la necesidad que tenemos en nuestra vida de nuestro Señor Jesucristo.

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