“Él ha sido asesino desde el principio y siempre ha odiado la verdad, porque en él no hay verdad” (Juan 8:44 NTV),
El 12 de junio de 2012, la jueza dictaminaba que un dingo (perro salvaje, subespecie de lobo y autóctono de Australia) había causado la muerte de Azaría Chamberlain. Lindy Chamberlain y su esposo, el pastor Michael Chamberlain, acampaban con sus tres hijos en Uluru, en el desierto australiano, en agosto de 1980. De noche, Lindy colocó a Azaría, de nueve semanas de edad, en una cuna en la tienda de campaña, y regresó con los demás para cocinar al aire libre.
Poco después, unos testigos escucharon gruñidos y a un bebé llorando, y Lindy corrió a la tienda y vio cómo su hijita era tomada por un dingo. Desde la muerte de Azaría en 1980, hubo 27 ataques de dingos a humanos en Australia, tres de ellos fatales. Antes de este episodio, esto era desconocido.
Este hecho dividió a Australia: algunos estuvieron en contra de Lindy, acusándola de asesinar a su bebé, otros incluso como sacrificio en un ritual religioso. Así, en 1982, Lindy fue sentenciada a cadena perpetua por asesinato, y su esposo fue acusado posteriormente de complicidad, con sentencia suspendida.
Cuatro años después, se encontraron prendas de vestir de la pequeña en terreno de dingos. Lindy Chamberlain fue absuelta de cargos, dado que su culpabilidad no podía demostrarse más allá de toda duda razonable. Después de esto, los Chamberlain siguieron insistiendo en la justicia para lograr una resolución definitiva. Finalmente, después de treinta años, un juez dictaminó oficialmente que la bebé había sido matada por un dingo, reforzando la versión de la madre y pidiendo disculpas en nombre de la justicia australiana por no haber hecho justicia.
El caso fue tan famoso que se escribieron libros al respecto y, en 1988, se filmó una película titulada “A Cry in the Dark” (Un grito en la oscuridad), en la que Meryl Streep interpretó a Lindy Chamberlain, y fue nominada al Oscar por esa actuación.
Más allá de la curiosidad macabra de algunos, la cuestión importante fue la condena injusta de alguien inocente. Es inimaginable Io que debió ser para una madre que todos creyeran que ella misma había asesinado a su hijita de nueve semanas. Pero Dios puede comprenderlo muy bien: él mismo es acusado por Satanás de no desear la felicidad de sus criaturas. Es presentado ante el universo como un ser despótico y antojadizo, que juega con la felicidad de sus criaturas. Muy pronto, empero, el verdadero carácter de Dios quedará totalmente esclarecido ante el universo. Satanás se mostrará tal como es, y todos absolutamente reconocerán que Dios es amor.
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