viernes, 16 de junio de 2017

Las 7 Pruebas de Job: Una pérdida inesperada

“Lo que más temía, me sobrevino; lo que más me asustaba, me sucedió”
(Job 3:25 NVI)
Mi familia entera casi desaparece en este accidente, era la expresión agobiante de un alma golpeada por la desgracia. Sus padres, su tía y su abuela, se habían estrellado en la carretera; su abuela, mujer virtuosa y llena de alegría, se despidió de él la noche anterior con su sonrisa cargada de luz; es el recuerdo que se esfuerza por conservar, su dulce figura diciendo adiós en la distancia.
Solemos creer que tenemos todo seguro en la vida, que somos lo suficientemente buenos como para no sufrir, pero hasta el hombre más recto e intachable tiene que ser probado para poder evolucionar como persona. Dios da abuelos, padres, hermanos, hijos, nietos, amigos etc, no para que formen parte de un árbol genealógico, sino para hacer de ti alguien dispuesto a servir y dar lo mejor de sí por el bienestar del otro.
Temí que el día en que “mami Chelita” partiera, no pudiera ser de bendición para mi esposo; las veces que habíamos conversado acerca de ese asunto, su enfado salía a relucir, negándose a sí mismo la condición humana de nacer para morir en Cristo a la que todos estamos destinados. Es en ese preciso instante en el que recibes la trágica noticia, en la que el tiempo parece ir en cámara lenta, en un ambiente hostil en donde la bruma amenaza con dominarnos y cubrir el poco entendimiento que nos queda, en una inmensa tristeza e impotencia, cuando tomamos decisiones; caemos, o nos levantamos y avanzamos, para finalmente dar un parte de victoria.
Podemos culpar a Dios, gritar de desesperación, apretarnos el pecho para poder contener el dolor que agita nuestra existencia, al saber que lo que más amamos y que nos fue concedido por la gracia y amor del Todopoderoso puede que ya no esté… Si aún tienes la oportunidad de disfrutar de los tuyos, es hora de entender que la paz, el sosiego y el reposo en el hogar se hallan cuando estás dispuesto a soltar tu orgullo y egoísmo, dejando de pensar en ti, para hacer felices a quienes te rodean.
Los tiempos de agitación son constantes cuando de manera egoísta quieres cumplir tus metas y ser la persona que quieres ser, sin darle cabida a la mano del Señor en tu carácter y forma de ver la vida; pero cuando te rindes y abandonas esa actitud, logras que el poder sobrenatural de Dios haga en medio de la más dura tragedia, que las relaciones perdidas renazcan de las cenizas como el ave Fénix, y sean restauradas y restablecidas en el orden divino para el cual fueron creadas.
¿Quién puede desafiar a Dios y salir bien librado? ¿Quién puede arremeter contra la voluntad del Señor y seguir su vida como si nada? Él es soberano y nosotros le pertenecemos; vivimos lo que vivimos, porque Él así lo ha decidido. Y solo tú tienes la respuesta correcta sobre el para qué suceden las cosas, pero para poder expresarla, primero tienes que suscribirla de manera irremediable.

Siete fueron las pruebas que tuvo que enfrentar Job: Perdió sus bienes materiales, su familia, su matrimonio, su salud, su reputación, sus amigos, fue retado espiritualmente y confrontado directamente por el Señor ante sus desgracias. La palabra dice que lo que temía y más le asustaba, fue lo que le sucedió; se desanimó, perdió las ganas de vivir, lloró desconsoladamente, se sintió decepcionado, confundido, derrotado, solo, pero su temor y temblor al dirigir su mirada al cielo, lo mantuvieron firme y fuerte.
Todo pasa por algo, y a veces debemos enfrentar las más duras batallas para convertirnos en los guerreros que jamás hubiéramos pensado que podríamos llegar a ser. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos recibir también lo malo?; bien dicen por ahí que después de la tormenta viene la calma, la clave está en tener la confianza en Dios y su soberanía. Él quita, pero jamás apartará algo o a alguien de tu vida sin un plan alternativo que traerá a tu corazón paz, aunque exista caos a tú alrededor, paz y felicidad verdadera, aunque por un instante sientas tu alma desgarrada por una pérdida inesperada y fría.
Absolutamente todo podrás verlo no en tu tiempo sino en el de Él, cuando hayas descansado en su regazo, te dejes acariciar por sus suaves manos y permitas que su tierno murmullo te arrulle al mismo tiempo en que te expresa cuán grande es su amor por ti.
Y bueno, los que ya partieron, nos esperan en la eternidad; pero aquí aún nos queda mucho por hacer. Bendecir y no maldecir; construir y no destruir; amar, no odiar; abrazar y no rechazar; decir te amo no una sino mil veces, porque mañana no sabes si llegará su hora o nuestra hora; esa es la realidad.

“Y no solo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.”

(Romanos 5:3-5 NVI)

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