domingo, 21 de mayo de 2017

Nuestro Socorro – Un Cántico a Dios (Salmo 121)

“Nuestro Socorro – Un Cántico a Dios (Salmo 121)”, nos enseña que debemos alabar a Dios porque solo Él nos puede sostener con su fidelidad en cualquier situación de nuestra vida.

¿Cuántas veces pensamos que los salmos son cánticos a Dios? En el antiguo Testamento eran alabanzas. Tenían un sentido muy especial, pues afirmaban lo que el salmista creía, ya que Dios mismo se lo había revelado.
Hace poco me encontraba bastante enfermo y me estaba costando cumplir con mis compromisos, me sentía mal porque no quería dejar de servir. Entonces hablé con Dios y le dije: Señor, Tú sabes que te quiero servir, pero no lo puedo hacer enfermo, así que, te pido que Tú te encargues de mi enfermedad y yo de de servirte. Yo sabía que el único que me podía sacar de la enfermedad era Él. Y así empezó mi proceso de sanidad. Pero el Señor lo hizo de la manera que menos me esperaba. Así que podemos decir con toda seguridad que Él es nuestro socorro.

I. Tenemos que depender de Dios y buscarlo en alabanza.

socorro, ayuda, cristo, salva, entrada, salidaSalmos 121:1-2  Alzaré mis ojos a los montes. ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.
Meditemos, cerremos los ojos y pensemos: ¿Cómo saldré realmente de donde estoy?, ¿quién me socorrerá? Pero hagámoslo en alabanza. En muchas iglesias actuales, los jóvenes cantan cualquier clase de música, música estridente que no edifica. Pero pensemos que en el Antiguo Testamento estos salmos eran alabanzas; cuando el salmista escribió este salmo lo hizo para alabar a Dios.


Verso 1. Alzaré mis ojos... expresa deseo mezclado con la expectativa de donde vendrá. Puede leerse como pregunta, y la contestación sigue en el verso 2, al decir que es Dios quien socorre, de cuyo poder se desprende su potencia creadora, juntamente con su incansable vigilancia.
Este salmo nos enseña:
  1. Que debemos depender de Dios como un Dios de poder, un Dios que es suficiente para nosotros. David lo creyó y al hacerlo encontró el beneficio de ello.
  2. A no depender exclusivamente de los hombres y sus medios, que son carne como nosotros, sino a levantar primero nuestros ojos a lo alto, a los montes, a las alturas del firmamento, buscando el rostro de Dios. Debemos ser muy conscientes de esto, que se lo diremos a Dios de día y de noche por medio de la alabanza.
  3. Que no debemos depender de las fuerzas de las montañas, ni de príncipes y grandes hombres. No, nuestra confianza debe estar en Dios, plena y únicamente.
  4. Que debemos levantar nuestros ojos hacia las montañas; y debemos buscar a Dios, quien ha hecho todas las cosas terrenales para nosotros. 
II. Dios no descansa, Él siempre está pendiente de nosotros, y no permitirá que resbalemos.
Salmos 121:3-4 No dará tu pie al resbaladero ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel.
El Señor no permitirá que nuestro pie resbale. “He aquí, no se adormecerá…Dios está pendiente de sus hijos.
Él es un guardián vigilante que nunca se cansa, siempre está vigilante; no solo no duerme, sino que siempre está atento, de día y de noche, cuidándonos.

III. Él nos guarda.

Salmo 121:5 “Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha”.
Verso 5. A tu mano derecha—el puesto de protector (Salmo 109:31 “Porque él se pondrá a la diestra del pobre, para librar su alma de los que le juzgan”; Salmo 110:5 “El Señor está a tu diestra; quebrantará a los reyes en el día de su ira”).
Bajo su sombra se puede sentar con placer y seguridad. Él siempre está cerca de su pueblo para su protección y refresco.

IV. Y siempre nos guardará.

Salmos 121:6-8  “El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada. Desde ahora y para siempre.”
Es de suma importancia estar confiados sabiendo que Él guardará nuestra entrada y nuestra salida, al igual que guarda nuestra alma.
No importa cuánto nos fatiguemos bajo el sol, el trabajo y el frío de la noche, que el Señor siempre nos guardará. Él cuidará de que su pueblo no caiga, que no sea herido, ni por las agresiones, ni por los intentos secretos de tus enemigos. El Señor impedirá el mal que temes; sí, te santificará y quitará y aliviará el mal que temes. Él preservará el alma, para que no sea contaminada por el pecado, y perturbada por la aflicción; te conservará de perecer eternamente. Él te va a sostener en la vida y la muerte; te acompañará a tu trabajo todas las  mañanas de tus días, y te acompañará cuando vuelvas a casa a tu reposo, y cuando caiga la noche de la vejez te llamará. Es una protección de por vida. El Espíritu, que es su Preservador y Consolador, morará con ellos para siempre. Dejémonos encontrar en nuestro trabajo, asegurándonos que las bendiciones de este salmo son nuestras.

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