sábado, 29 de abril de 2017

Prosigo a la Meta

Una gran virtud que vemos en Moisés es que durante los cuarenta años de camino por el desierto, nunca pensó en volver a Egipto, nunca dijo: “volvámonos a la esclavitud, pues éste camino por el desierto es muy duro”; él en los momentos más difíciles lo que hizo fue buscar a Dios, ésa fue su fortaleza. Él era un adorador, un apasionado por la presencia de Dios. Cuando el apóstol Pablo se encontraba preso en la cárcel de Filipos con Silas, según Hechos 16:25, lo que hicieron fue adorar a Dios, no murmuraron, ni se quejaron y tampoco pensaron en renunciar. Siguieron adelante con la fuerza de Dios. 

PROSIGO A LA META (Filipenses 3:13-14)

“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” Filipenses 3:13-14.
La adversidad es parte del camino. Ante ella hay diversas reacciones: enfrentarla, negarla, huir de ella, etc. Se requiere una profunda decisión de no volver atrás, si queremos lograr o alcanzar algo significativo, pues las cosas sin valor no requieren ningún esfuerzo ni presentan dificultades. Podemos encontrarnos con personas que tienen grandes talentos pero no logran grandes metas, pues les falta perseverancia. Y vemos también el contraste, es decir, personas cuya constancia los ha llevado a grandes conquistas.
El apóstol Pablo perseveró a pesar de todo, como lo expresa el texto anterior. Recordemos que Pablo escribe esta carta a los filipenses desde la cárcel. Es un cristiano que ha vivido naufragios, fue traicionado, abandonado, apedreado, en peligro muchísimas veces, menospreciado por judíos y discípulos, etc; pero no abandonó los caminos del Señor ni su servicio a Dios. Su decisión de perseverar hasta el fin fue firme, y lo expresa diciendo: “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” y así lo hizo, fue fiel a Dios hasta el fin de sus días.
Cabe destacar la frase: olvidando lo que queda atrás”. Lamentablemente, muchas veces se recuerda lo que ha quedado atrás y que hoy no es útil, como heridas y ofensas, desórdenes de la vida pasada, antiguos novios(as), o anhelos del corazón que, sabemos, no nos hacen bien (los recuerdos del pasado deben ser un testimonio para la gloria de Dios).
Vemos un ejemplo en el pueblo de Israel, que camino a la tierra prometida, dijo: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto”. Eran recuerdos y anhelos del alma que expresaban su deseo de volver atrás, aunque era Dios mismo quien los guiaba, y quien los había sacado con maravillas de la esclavitud egipcia.
La perseverancia es requerida en el Reino de Dios: Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios, Lucas 9:62. El arado era llevado por una yunta de bueyes (dos bueyes), y el labrador ponía una mano en el arado y la otra, en la vara para empujar y motivar a los bueyes, mirando siempre al frente, adelante, y así evitar que el surco quedara torcido.
El arado es símbolo de un caminar recto, de servicio al Señor, mirando al frente, de seguir a Cristo con los ojos puestos en Él (haciendo caso omiso de las fuentes de distracción y perseverando ante los obstáculos del camino). El apóstol Pablo estaba concentrado (por eso dice: “Una cosa hago“) y su mirada estaba puesta al frente, determinado a perseverar (por eso dijo: “me extiendo a lo que está adelante“).
Un deportista puede invertir muchos años de su vida capacitándose para ganar una medalla olímpica, de hecho puede fracasar muchas veces antes de lograrlo. Pero su esperanza es que su perseverancia será premiada algún día. La felicidad que lo embarga el día de la premiación es inmensa. Pablo nos deja ver que el premio es Cristo mismo, por lo que con la fuerza de Dios debemos perseverar y avanzar, pues no hay mayor tesoro ni riqueza que Cristo mismo.
Según Filipenses 3:13-14, el apóstol Pablo se esforzó y perseveró a pesar de las múltiples adversidades y decepciones en el caminar de su servicio a Dios. Debemos tener presente que Pablo escribe esta carta a los filipenses estando él encarcelado por predicar el evangelio de Jesús.
Es Pablo un creyente que ha tenido que enfrentar y superar varios naufragios, que en otros momentos fue abandonado, también fue apedreado, estuvo en peligro varias veces, fue rechazado por sus propios hermanos judíos y fue olvidado por muchos de sus discípulos, entre otras cosas que le sucedieron.
Sin embargo Pablo no renunció, tampoco se quejó, ni murmuró contra Dios ni abandonó el camino de la fe, y tampoco rechazó su servicio al Señor. A pesar de todas las cosas ocurridas él dice sigo adelante, persevero hacia la meta, procuro el premio en Cristo Jesús” Filipenses 3 :13-14.
Seguir a Jesucristo, ser un discípulo suyo, implica esfuerzo y perseverancia, pues los obstáculos y oposición son parte del camino. Gracias a Dios, Él ha prometido estar con nosotros todos los días y multiplicar nuestras fuerzas como las del búfalo. Las aflicciones presentes no son comparables con la gloria venidera.

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