martes, 11 de abril de 2017

La verdadera paz

Por nada estéis angustiados, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4: 6-7
Resultado de imagen de la verdadera paz viene de diosLa felicidad derivada de fuentes mundanas es tan inconstante como la variabilidad de las circunstancias; pero la paz de Cristo es constante, permanente. No depende de los avatares de la vida, ni de la cantidad de bienes materiales ni del número de amigos que se tenga en este mundo. Cristo es la fuente de agua viva, y la felicidad que proviene de Él no puede agotarse jamás.
Cuando recibimos a Cristo como huésped permanente en el alma, la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará nuestro espíritu y nuestro corazón en Cristo Jesús. La vida terrenal del Salvador, aunque transcurrió en medio de conflictos, estaba llena de paz. Aunque lo acosaban constantemente enemigos airados, dijo: «El que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada» (Juan 8: 29). Ninguna tempestad de la ira humana o satánica podía, ni puede, perturbar la calma de aquella completa comunión con Dios. Y Él nos dice: «La paz os dejo; mi paz os doy». «Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended
 de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas» (Juan 14: 27; Mateo 11: 29, RVC). 
La vida de los seres humanos testifica acerca de la verdad de las Escrituras: «Los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto. iNo hay paz para los impíos! , ha dicho mi Dios» (Isaías 57: 20-21). Pero el que calmó las olas de Galilea, pronunció la palabra que puede impartir paz a cada alma. Su gracia calma las tempestuosas pasiones humanas.

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