

Recuerdo de las Escuelas Bíblicas de verano y también en los campamentos a los cuales asistía fielmente durante los años más tiernos de mi vida. Allí hacíamos juramentos a coro a la bandera cristiana diciendo un estribillo así: "Rindo lealtad a la bandera cristiana y al Reino de Dios que ella representa. Una hermandad de los nacidos de nuevo, salvados por la Sangre de Jesús".
Este estribillo toma formas diferentes en distintos países del mundo; pero siempre tiende a significar lo mismo, y a veces se entona con diferentes palabras.
Estos párrafos anteriores dan una perspectiva histórica y tradicional de lo que han tomado muchas denominaciones evangélicas como La Bandera Cristiana.
Aunque la realidad bíblica y teológica es que la verdadera bandera de los cristianos debería ser la cruz de Cristo, y no hay otro símbolo más excelso que éste.
Un himno tradicional apunta a la única bandera que debe tener todo cristiano. Y es el Santo sacrificio de Cristo, quien toma el lugar de todos nosotros, los pecadores, y muriendo en la cruz por nuestros pecados y por nuestras faltas el que debe ser el único estandarte más elocuente, maravilloso y digno que debe izar como bandera todo creyente.
Es imposible expresar con palabras lo que significa la muerte de Cristo. No hay libro, pluma o forma de explicar por completo ese misterio de la redención de nuestras almas por su muerte expiatoria en la cruz del Calvario.
Este es el acontecimiento más importante y trascendente de toda la historia de la humanidad. Mediante el sufrimiento de Jesucristo se cancelan, borran y perdonan todos los pecados presentes y futuros de los redimidos, de aquellos que Dios ha predestinado desde las Edades Eternas en su Santa y Soberana voluntad y no hay más que explicar sobre este tema. (Romanos 8:30).
Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo. (Gálatas 6:14).
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